EL MIEDO AL ÉXITO




Es muy frecuente encontrar a alguien que se lamenta de no obtener los logros en los objetivos y metas que se plantea, también hay personas que emprenden proyectos personales, de estudio, negocio, etc. dejándolos a medio camino y en otros casos sencillamente vemos como muchas personas viven en un aparente conformismo con la vida. Sin embargo al analizar muchos de estos casos podemos detectar que detrás de esos lamentos, frustraciones, indecisiones o aparente conformismo, se esconde con mucha frecuencia un gran miedo a no saber como manejar su vida con las consecuencias que acarrea el solo hecho de haber alcanzado el éxito.
Y es que, aunque todos de una u otra forma desean o sueñan con el éxito, son muy pocos los que empiezan y se mantienen en su proceso hasta alcanzar ese sueño.

El miedo y el precio a pagar: 
Como hemos compartido anteriormente, sabemos que el miedo es simplemente una emoción y que esta emoción la vamos a experimentar cada vez que nos toca enfrentar un cambio. El problema se presenta cuando a causa de este miedo generamos una especie de parálisis disfrazada en excusas, saboteos, indecisiones, desconociendo o peor aún negando, que es el miedo lo que está generando esos obstáculos.
¿Qué pasaría si alcanzo mi proyecto?, ¿cómo sería si alcanzo mi objetivo?, ¿y qué tal si fracaso?, ¿cómo me verán mis familiares o amigos que se han quedado estancados?. Estas y muchas preguntas parecidas pueden ayudarnos a precisar a qué específicamente le tenemos miedo. En otras palabras jugando con la imaginación acerca de nuestras actitudes y por supuesto analizando las creencias sobre los supuestos fracasos, el cambio, lo desconocido, los juicios de los familiares, amigos, compañeros de trabajo, la envidia, o la posibilidad de mantenernos o no con el éxito alcanzado.

Como un gran aliado del miedo está lo que suelo llamar “el precio a pagar” antes y durante el camino, y una vez alcanzado el objetivo planteado. Porque como dice el refrán, si tiene mérito llegar, mucho más lo tiene el mantenerse.
En este sentido, no solamente nos vamos a ver afectados por el miedo, sino también porque necesariamente, queramos o no, toda decisión o acción de cambio en la vida viene acompañada de un precio, que no tiene nada que ver con lo económico, sino con aquellas cosas que hemos de hacer o dejar de hacer como consecuencia de lo que emprendemos o alcanzamos. Así que, aunque sea muy bueno lo que estamos obteniendo, también hay cosas muy buenas que nos toca soltar y otras no tan buenas que hemos de incorporar. Aquí algunos ejemplo sencillos, me puedo independizar, pero ahora tengo que cocinar y hacerme responsable de las actividades que me hacían en casa, puedo cambiarme de trabajo, pero no me puedo llevar conmigo a mis compañeros de trabajo que son como mi familia, puedo realizar el postgrado que tanto quiero, pero mi rutinas de fiestas y actividades que disfruto se va a reducir para poder dedicar tiempo a los estudios y puedo llenar páginas con ejemplos de esta naturaleza, unos más sencillos y otros más complejos, pero la realidad es que, aunque no suelo usar las generalizaciones, siempre tenemos que pagar un precio y por ende, si alguna parte nuestra, consciente o inconsciente considera este precio es muy alto no estará dispuesto a pagarlo.

Si hacemos una reflexión acerca de los “inconvenientes” que presentamos que nos impiden conseguir nuestros objetivos o metas en el camino de nuestros sueños, será necesario revisar las consecuencias que van implícitas con el éxito. Solo identificando nuestros temores podremos enfrentar y actuar sobre los mecanismos que consciente o inconscientemente desarrollamos para auto sabotearnos.


Mecanismos de sabotaje:
Cuando la dupla miedo y precio se combinan producen una especie de parálisis, que se va a manifestar con el desarrollo de una serie de mecanismos para torpedearnos el camino y de una u otra manera encontrar justificaciones que nos convierten muchas veces en victimas y en consecuencia libres de “culpa”, ya que me siento mejor cuando digo “es que no puedo o no he podido”, a cuando digo “no he querido, o tengo miedo de…”. Entre estos mecanismos podemos citar como muy comunes los siguientes:

La postergación: Es muy común evitar o postergar conscientemente lo que se percibe como desagradable o incómodo. El problema se presenta cuando esta postergación se convierte en una estrategia de nuestro vivir cotidiano, haciendo una rutina la evasión a través de este mecanismo. De manera que se convierte en un hábito el aplazar o postergar en forma sistemática las tareas que se imaginan dificultosas, desagradables o incómodas. Muchas veces esta conducta no termina en el "no hacer" sino que se complementa con una serie de actividades sustitutas que resultan más placenteras y una batería de justificaciones que solo alejan la posibilidad de alcanzar el objetivo deseado.

El no asumir la responsabilidad: Es imposible generar un proceso de cambio si no asumimos plenamente la responsabilidad de ese cambio. Cuando un objetivo no depende de lo que yo haga, sino de lo que pase en el entorno, de lo que hagan o decidan otras personas, de que me gane la lotería, evidentemente será un objetivo mal formulado y estará muy lejos la posibilidad de verlo alcanzado. Es necesario hacerse cargo responsablemente de todos los elementos envueltos, como la administración del tiempo, de los recursos, de las decisiones y sus consecuencias. Las personas exitosas, se ocupan en descubrir qué hicieron mal, reconocen sus fallas y enseguida proceden a corregirlas, en vez de culpar a otros. Esta disposición de admitir y corregir errores es consecuencia de su sentido de responsabilidad.

La falta de perseverancia: En todo camino vamos a encontrar obstáculos. Si cada vez que estamos ante una interferencia vamos a pararnos o a desviar el curso, jamás vamos a lograr el trayecto trazado. Se puede decir que la perseverancia es una característica común que marca y separa a los triunfadores del resto de las personas que no lo son, sea este triunfo en la ciencia, los negocios, el deporte o cualquier proyecto que se establezca como meta. Muchas veces se emprende un proyecto con mucho convencimiento que todo será muy fácil y pronto nos damos cuenta que la tarea no es tan sencilla. En ese momento viene la sensación de desánimo y en consecuencia el abandono. Lo cual suele repetirse con mucha facilidad no importa el objetivo que se trace.

Si nos damos cuenta que estamos postergando mucho, que encontramos muchas circunstancias ajenas que entorpecen nuestros proyectos, o que abandonamos fácilmente ante las dificultades, probablemente estemos utilizando estos mecanismos para evadir y no enfrentar al miedo. O porque el precio a pagar es muy alto y no estamos dispuestos a pagarlo.


Revisando algunas creencias:
Muchas veces el miedo al éxito está en las creencias, las cuales suelen constituirse en el principal elemento motivador o inhibidor.
Por ejemplo la creencia de que las personas exitosas no comenten errores. La verdad es que los errores son parte de todo proceso de aprendizaje. Es entender que el problema no está en no cometer errores, sino aprender de tales errores y NO repetirlos.
Otra creencia es que para ser exitoso hay que sacrificarse, sacrificar la familia, el disfrute y hasta trabajar de sol a sol. Siendo la realidad que el éxito no depende de un exagerado sacrificio, sino de una adecuada planificación, ejecución y constancia.
Otras veces está en creer que el triunfador es autosuficiente y no requiere ni recibe ayuda, lo que obviamente se convierte en una gran limitante. El pedir ayuda y apoyarse en otros es algo absolutamente normal y que en ningún momento ha de restar mérito a los logros alcanzados.
Por último, el significado que le damos al fracaso, se puede convertir por sí solo en un gran miedo, al extremo que preferimos quedarnos estancados y renunciar a nuestros sueños sólo para evitar la derrota. Si en lugar de hablar de fracasos los tomáramos como resultados distintos a lo esperado, o como lo plantea la Programación Neurolingüística, como una información para aprender y corregir, tal fracaso pasa en realidad a ser un medio de aprendizaje y el empuje para seguir en el proceso.


Algunos factores a considerar:
Si nos hemos dado cuenta que el problema radica en el miedo a enfrentar las consecuencias que conlleva el triunfar, entonces nos queda identificar las estrategias que hemos venido utilizado para sabotearnos las posibilidades de ese triunfo. Así, además de los mecanismos antes citados hemos de revisar por ejemplo:
¿Con qué tipo de personas nos estamos relacionando?. ¿Estas personas nos inspiran la motivación o nos desaniman o refuerzan nuestras limitaciones?. Podemos asegurar que es fácil contagiarnos con el entusiasmo o el desánimo de las personas que nos rodean.
¿A qué le prestamos más atención, al trecho recorrido o a lo que nos falta recorrer?. Muchos abandonan la lucha porque tienen la impresión de que les falta mucho trecho que recorrer para llegar a la meta. Esta actitud conlleva a una predisposición a abandonar.
¿Qué tan convencidos estamos de lo que queremos?. ¿Es real el deseo o es parte de la ficción o el juego para bloquearnos la voluntad?. Sabemos que la voluntad es lo que nos impulsa a movernos en la dirección que queremos, de manera que todo lo que interceda en esa voluntad será discordante en el camino hacia los objetivos o metas propuestas.
¿Se ha hecho un hábito o costumbre el no terminar lo que se inicia?. Esta costumbre puede estar anclada de algunos resultados poco satisfactorios en la vida de la persona. Al no haber conseguido las recompensas que esperaban, algunas personas desarrollan una actitud mental que los inclina a no querer esforzarse inútilmente según su manera de ver o sentir las cosas, por algo que no se da rápidamente.


Sí puedes convertirte en triunfador: 
Una vez aclarados los verdaderos temores, las estrategias y mecanismos que solemos utilizar y la certeza de lo que realmente queremos hacer, será entonces más fácil pasar a la acción en aras de hacer realidad nuestros sueños. La gran diferencia entre el que triunfa y el fracasado, es que el triunfador enfrenta problemas y temores igual que el fracasado, pero el triunfador se sobrepone, aprende y sigue adelante.
Vale la pena descubrir qué queremos de la vida, plantearnos las metas que nos permitirán alcanzar eso que queremos y ejecutarlas. Entender y enfrentar nuestros miedos, en lugar de negarlos, será tan importante como la confianza en nosotros mismos y la convicción de que podemos alcanzar los logros propuestos.


Gerardo J. Velásquez D.