CUANDO LA RELACIÓN SEXUAL DEJA DE SER PLACENTERA

Tener sexo puede ser una de las más intensas y placenteras experiencias físicas y emocionales que el ser humano pueda tener. Más intenso y placentero será mientras se tenga una mayor capacidad de sentir y vivir la sexualidad integralmente. Sin embargo, esta experiencia puede no siempre ser tan maravillosa e incluso puede llegar a convertirse en un serio dolor de cabeza para cualquiera de las partes inmersas en una relación sexual, dado que no solo el erotismo y la sensualidad están presente en el acto sexual, sino que hay otros aspectos que suelen igualmente involucrarse como son los sentimientos, las emociones, las actitudes, los pensamientos, las creencias, los comportamientos y por supuesto el autoestima o autovaloración.

UNA RESPONSABILIDAD COMPARTIDA
Como cualquier otra actividad propia de una relación de pareja, la calidad del sexo también es una responsabilidad compartida, donde no es lógico y mucho menos prudente que uno de los dos culpe al otro por los problemas que se puedan estar presentando al momento del acto sexual. Esto solo tiende a generar mayor frustración y muchas veces a colocar a uno de los dos en la situación de tener la “obligación” de satisfacer al otro, lo que traerá como consecuencia que el acto en sí ya deja de tener el encanto y por supuesto el placer para quien está en esta condición. La pareja debe entender que el placer de ambos es importante y que no es sano tratar de satisfacer al otro por encima de las propias necesidades.
Esta actitud de dejar la responsabilidad sólo en él o en ella, suele ser uno de los ingredientes más dañinos que pueden iniciar o agravar posibles disfunciones que a la larga se van a convertir en verdaderos procesos traumáticos, tanto para el afectado directamente, como para su pareja quien no puede hacerse a un lado asumiendo “el problema no es mío”. Entonces, situaciones temporales, por ejemplo, como el distanciamiento en la frecuencia de las relaciones sexuales, una “mala noche” o una disminución temporal del deseo, que pueden ocurrir por distintos motivos, como presión laboral, enfermedad, duelos, problemas con los niños, pueden pasar a ser generadores de mucha presión, sobre todo cuando uno de los dos en la pareja se ve más afectado, porque “no está cumpliendo” de acuerdo a unos patrones o expectativas que se supone deben satisfacerse. Sí bien es cierto que el sexo puede ser una forma de expresar cariño, también es cierto que el sexo debe ser primordialmente placentero para ambos en la pareja y nunca una obligación.

LAS CREENCIAS, EL PENSAMIENTO Y LAS REACCIONES EMOCIONALES
En toda relación sexual existe un intercambio de emociones, rico en deseos y en sensaciones, donde el objetivo central es dar y recibir placer, pero también puede estar lleno de frustraciones y de matices de las experiencias vitales propias, como sentimientos de miedos, vergüenza y culpabilidad, creencias infundadas y otros factores psicológicos negativos que inhiben la reacción sexual y que perturban las relaciones sexuales.
Estos sentimientos por lo general, como todos los procesos emocionales de las personas, vienen precedidos de pensamientos estimulantes o en su defecto, negativos y limitadores.

Me voy a permitir en este aspecto tomar la postura de la Psicoterapia Cognitiva, que da importancia primordial al curso del pensamiento, como generador de los principales trastornos del estado de ánimo que padecemos las personas en un momento determinado, por supuesto sin dejar de lado, que cada persona piensa, siente y actúa de acuerdo a su propia experiencia de vida, o como reza la Programación Neurolingüística (PNL) desde su propio modelo del mundo. Desde esta concepción, es entonces (salvo problemas orgánicos o biológicos) el pensamiento quien irrumpe de una manera distorsionada para generar los distintos trastornos o disfunciones sexuales que suelen presentar hombres y mujeres, porque para el acto sexual necesariamente han de activarse los mecanismos emocionales que van a generar la excitación, traducida en el hombre con la erección y en la mujer con la lubricación de su vagina. Si el pensamiento fluye sin intromisiones distorsionadas, entonces el acto será placentero, pero si por ejemplo, el hombre está pensando que tal vez no logre satisfacer a la mujer, probablemente tendrá un problema com la erección o una eyaculación precoz.
Veamos en los típicos trastornos por los que las personas suelen acudir al sexólogo, psiquiatra o psicólogo, cómo el pensamiento (descartadas causas orgánicas) puede ser el causante principal del referido trastorno, donde la base central de esos pensamientos está en creencias, por ejemplo en el caso de los hombres, como "Debo ser enormemente sexual para ser un hombre de verdad" y en la mujer "Debo satisfacer a mi compañero para tener su aprobación":
• En el caso del hombre la típica DISFUNCIÓN ERÉCTIL (IMPOTENCIA) donde el hombre no alcanza la erección o no logra mantenerla, o la EYACULACIÓN PRECOZ, donde el hombre termina demasiado rápido y la mujer no alcanza el placer del orgasmo. Supongamos que han ocurrido algunos eventos y el hombre ha tenido una o unas experiencias desagradables en que, desde su juicio o crítica de su pareja, no tuvo una respuesta satisfactoria. Entonces se siente presionado y preocupado. Piensa que no va a ser capaz de mantener su erección el tiempo suficiente como para satisfacer a su mujer, piensa la pena que va a pasar o el ridículo que va a hacer si su mujer ve la flacidez de su pene y en el malestar y críticas por parte de esta. También piensa que esto le va a traer problemas en la estabilidad de su relación. Con estos pensamientos lo invade la ansiedad y la consecuencia puede ser que no haya la erección, o que por miedo a perderla realice el coito sin que su mujer haya siquiera iniciado la lubricación. También puede por ejemplo estar preocupado para mantener el acto dilatando la eyaculación y entonces piensa “debo satisfacer plenamente a mi mujer y no se si pueda lograrlo” “el acto debe durar “equis” cantidad de tiempo y voy a quedar muy mal si no lo alcanzo”. Las consecuencias: Casi inevitablemente ocurre la eyaculación anticipada.
• Por su parte en la mujer, uno de los problemas más comunes es la INHIBICIÓN ORGÁSMICA, donde igualmente antes del acto puede estar pensando que no va a quedar satisfecha, bloqueando la excitación necesaria para la lubricación, o con pensamientos como “el no me ha dicho que le ha gustado, significa que no lo estoy haciendo bien” o “no soy capaz de sentir un orgasmo. Nunca voy a sentir un orgasmo”. Por supuesto ante pensamientos de esta naturaleza, se pierde por completo el disfrute y el placer y pareciera una tortura lo que por naturaleza debiera ser extraordinario.

LA COMUNICACIÓN
Aunque pueda sonar a cliché, si no hay comunicación no es posible que los integrantes puedan conocer más sobre los gustos de cada uno en materia del acto sexual. De manera que puede ser que la otra persona desconozca algunas de las cosas que le gustan y son relevantes para su pareja y que, si son expresadas, van a contribuir a una vida sexual más acorde con los deseos de ambos.
En el sexo de una pareja sana, nada es exagerado o fuera de tono. Basta con que ambos estén de acuerdo y se compenetren en disfrutarlo. De manera que no es lógico sentir pena por expresar cosas que quisieran cambiar, agregar o experimentar en el sexo y por supuesto, hay que expresar a la pareja lo que cada quien necesita, siente o desea. Hay que evitar las suposiciones y preguntar a su pareja lo quiera saber, evitando juicios, reproches y generalizaciones. Por supuesto como lo expresé anteriormente que esta es una responsabilidad compartida, hay que actuar para dar de cada uno lo mejor para el disfrute y el placer de ambos.

LOS LÍMITES QUE IMPONE LA EDAD
Es lógico, que como proceso normal evolutivo en la vida, la actividad sexual se vaya modificando en cada etapa de la vida del individuo. Es por eso que de una edad a otra los intereses sexuales van cambiando, coincidiendo generalmente con los cambios corporales. Sin embargo, el sexo es importante durante toda la vida de la persona, no sólo en la etapa reproductiva, sino también durante la juventud y tercera edad.
Contrario a la creencia popular, nunca se es demasiado viejo para gozar de una vida sexual plena. El problema comienza cuando los prejuicios y las pautas culturales se imponen a las biológicas. Pero la verdad es que los seres humanos, afortunadamente, nunca son demasiado viejos, en términos biológicos, como para gozar de una vida sexual sana y feliz. Sin embargo, con frecuencia, se asume que las personas mayores pierden sus deseos sexuales o que no pueden llevarlos a cabo por razones físicas o peor aun, algunos ven al sexo en las personas adultas como algo feo o indeseable. Por eso, igualmente en esta etapa de la vida, los problemas que se presentan, como principales saboteadores para el disfrute sexual son consecuencia de las creencias, los prejuicios y la distorsión de los pensamientos, por temor a la desaprobación de sus hijos o nietos, que los pueden hace sentir culpables frente a sus legítimos deseos.
Otro problema es la longevidad femenina, ya que si bien la sociedad acepta las relaciones entre hombres mayores y mujeres jóvenes, tiende por el contrario a difamar a mujeres mayores que establecen lazos con hombres más jóvenes. De manera que son falsos mitos la mayoría de las limitaciones que se imponen a las relaciones sexuales entre personas de la tercera edad. Si se goza de una salud razonablemente buena para su edad, se puede esperar seguir siendo una persona sexualmente activa hasta una avanzada edad.

Tener una vida sexualmente sana y feliz no tiene edad, de usted depende cómo y hasta dónde quiere disfrutar de uno de los más grandes placeres que nos ha ofrecido el hecho de estar vivos

Gerardo J. Velásquez D.

SI EL PROBLEMA ES DE LOS NIÑOS ATENDAMOS A LOS PADRES…


Cuando hablamos de problemas en niños, la mejor referencia siempre viene del colegio, es decir del personal docente del respectivo colegio. Niños con problemas de comportamiento, de adaptación, con dificultad para seguir y respetar normas, con conductas oposicionistas, otros retraídos, tímidos, niños violentos, etc. Es decir los comúnmente llamados niños con "problemas de conducta".
Por supuesto que son múltiples las razones o causas que pueden incidir para que estos niños se destaquen más que por habilidades positivas, por comportamientos que podemos llamar insanos, tanto para ellos como para su entorno. En ciertos casos, estos problemas tienen una base orgánica real, por lo general neurológica y la solución se encuentra en distintos tratamientos específicos, muchas veces acompañados de apoyo psicológico. Sin embargo, no es casual que en la mayoría de los casos encontremos que el problema central radica en el tratamiento, aprendizaje o modelaje que está recibiendo en el hogar, y en muchísimos casos es precisamente el reflejo de hogares inestables emocionalmente hablando. Ausencia del padre y en muchos casos de la madre, relaciones tormentosas entre los padres, sobreprotección o descuido, consentimiento exagerado, alcoholismo, violencia familiar y muchos otros comportamientos que son modelados al niño, quien es una “esponja” para copiar y repetir.

Cuando su objetivo es llamar la atención
El niño requiere atención y la va a buscar a como de lugar, el problema es que muchas veces aprende una manera muy insana para conseguir esa atención y puede desarrollar una serie de comportamientos que pueden ir desde la desobediencia hasta la total oposición a todo aquel que para él represente la autoridad, con mayor énfasis en sus padres o figuras que los representen y por supuesto con el docente de turno. Hay muchos hogares en que los padres están muy preocupados por sus propios problemas y les prestan poca atención a los niños. Se ven entonces casi obligados a prestarle atención cuando se portan mal o tienen alguna enfermedad. De manera que aprenden a llamar la atención de sus padres si ellos mismos están en dificultades o si les crean problemas a éstos en forma deliberada.
La mayoría de los problemas de conducta de los niños suele ser una llamada de atención para que los adultos hagamos algo, pero ante la aparición del “mal” comportamiento, los adultos también reaccionamos como niños y en lugar de ocuparnos del problema iniciamos la acostumbrada repartición de culpas entre los mismos adultos, la madre, el padre, la maestra, con el refuerzo implícito de exponer una pelea donde el niño es por supuesto el centro de atracción.

La desobediencia y su relación con la autoridad
Al hablar de desobediencia, es necesario entender que ésta está íntimamente ligada con el manejo de la autoridad y de la tolerancia por parte de los padres. Unos padres autoritarios exigirán "obediencia ciega" por la simple razón de ¡"porque lo mando yo”!, nunca reconocerán un error propio porque "hay que mantener el principio de autoridad". En este caso, la desobediencia es casi inevitable. Pero la desobediencia puede surgir también de un ejercicio demasiado blando de la autoridad. El niño aprende fácilmente o intuye que puede abusar puesto que las amenazas nunca se realizan o los castigos impuestos se levantan siempre apenas comenzados. De manera que el problema de la desobediencia es también entonces un problema de los padres que deben someter a examen su propio concepto de obediencia y tolerancia. En esta polaridad el niño o va a expresar su oposición y se va a revelar ante la implacable autoridad, generalizando su desobediencia hacia todo aquello que la represente, o sencillamente hará siempre lo que mejor le provoque, independientemente de las órdenes que reciba, porque no hay consecuencias negativas para él por su mal comportamiento.
Otras razones que inducen a la desobediencia está en la incongruencia de lo que se espera del niño, que hace que se presenten situaciones en las cuales haga lo que haga, el resultado será siempre el mismo, lo castigan si actúa de una forma y lo castigan si actúa de otra forma.

El bajo rendimiento
Es cierto que muchos niños tienen problemas de aprendizaje y también es cierto que muchas veces estos problemas vienen acompañados de problemas de atención y concentración, que en ambos casos pueden tener su origen en componentes genéticos o ciertos desajustes orgánicos. Pero en la experiencia también encontramos con frecuencia que el bajo rendimiento también es consecuencia de muchos problemas en el hogar que el niño no sabe enfrentar, porque incluso no tiene la capacidad para poder entender las situaciones que le toca a veces vivir. Problemas éstos que se traducen en los síntomas típicos del Déficit de Atención (DDA), dado que el niño aprende a “desconectarse” y aislarse lo que le resulta más fácil que tratar de entender lo que está sucediendo.
Por otra parte, también se presentan los problemas cuando los padres delegan la formación académica única y exclusivamente en la escuela y los maestros, ocupándose solamente de que sus hijos tengan todo el material que se les solicite, el pago del colegio y de ahí en adelante que la institución educativa se haga responsable del desarrollo educativo y académico del niño, quien por su propia iniciativa y naturaleza de niño, tenderá a la apatía dentro del salón de clases, prefiriendo otras actividades más placenteras para él, en lugar de contar con la motivación necesaria para aprender y realizar las actividades propias de su formación.

Cuando el niño sufre
No solo los típicos problemas de comportamiento como los antes expuestos son los que se suelen presentar, también existen situaciones de angustia y desasosiego emocional que afectan al niño y que se convierten para él en un sufrimiento, sobre todo aquellos que dificultan su normal desenvolvimiento social y escolar, como miedos exagerados, bien a la oscuridad, a estar solos, a los animales, a fantasmas, etc. Miedos estos que dejan de ser normales para convertirse en miedos fóbicos asociados a síntomas de ansiedad, hasta el extremo de desarrollar fobias sociales, expresada con miedo a la interacción con otros, a no dar la talla en clase y desarrollar trastornos de evitación, generando grandes dificultades para su desarrollo y desempeño social.
Por supuesto, aquí también existe mucha responsabilidad en la manera como los padres se comportan con sus hijos y el modelaje de sus actos. Por ejemplo, dormir con el niño, la manifestación de preocupación excesiva, temores que no se corresponden con un peligro real, son algunos de los comportamientos que delimitan el perfil ansioso que será transmitido al niño.
Muchas veces es la sobreprotección que se manifiesta por el temor de los padres a que le pase algo al niño o que cometa errores que lo puedan hacer “sentir mal” ante otros, llegando al extremo de no dejarlo hacer hasta las cosas más sencillas como anudarse sus zapatos o hacerle las tareas, atrofiando el normal proceso de aprendizaje de las cosas que ha de ir haciendo por sí mismo. Por supuesto, la consecuencia en el niño es la ansiedad como respuesta biológica para protegerse anticipando posibles peligros que suelen estar exagerados en su proceso de aprendizaje.

Haciéndonos responsables
La intención de los aspectos expuestos no es cargar de culpa a los padres o responsables de la crianza y desarrollo de los hijos. Pero la experiencia nos dice que si problemas como los expuestos u otros similares, en una proporción muy alta, tienen su raíz en el núcleo familiar, es importante que quien tenga la responsabilidad, que muchas veces recae sólo sobre la madre, el padre, los abuelos u otros familiares, tenga en consideración que más que presentar al niño como el problema, efectúen una reflexión en todas las variables que pueden en un momento dado estar interviniendo y que estén también a su alcance corregir, por ejemplo escasa atención de los padres, padres que aspiran a la perfección, privación al niño de satisfacciones y privacidad cuando no cumple con exigencias desmedidas, celos por el nacimiento de un hermano, etc.
Si sabemos que muchas de los problemas son consecuencia de la llamada de atención por parte del niño a los padres, es importante compartir con el niño tiempo suficiente para establecer dichos vínculos. Es importante preguntarnos si el niño se siente querido dentro de su núcleo familiar. Los lazos afectivos bien establecidos son fundamentales para la estabilidad del niño y para prevenir posibles conductas disruptivas.
Por otra parte, para un adecuado desarrollo emocional-conductual del niño, es muy positivo que los padres, atiendan sus propios procesos emocionales, o por lo menos puedan controlarlos para que el niño no los perciba de forma angustiosa. Por supuesto esto puede resultar difícil en caso de situaciones de maltrato o separaciones traumáticas, pero en todo caso el niño es el menos responsable de la situación.

Por último, siempre es importante recordar que la mayoría de los problemas emocionales que podemos presentar como adultos, vendrán gestados en la calidad de vida que llevamos como niños. Es muy cierto eso que tanto escuchamos que los niños no vienen con el “manual” y educarlos es una tarea que requiere mucha dedicación. Vale la pena encontrar y aplicar ese “manual”

Gerardo J. Velasquez D.

"SOY FELIZ, ERES FELIZ… SOMOS FELICES"


Comúnmente vemos y escuchamos acerca de personas que tienen mucho dinero, pero no son felices, que tienen una familia sana pero no son felices, que tienen un buen trabajo, pero y pero y pero… pareciera que, a pesar que la Real Academia Española define La Felicidad como el "estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien" no basta “tener” para ser feliz y de eso todos podemos tener cientos de ejemplos. También sabemos de personas que han alcanzado objetivos que lucen muy importantes como obtener el título profesional deseado, tener hijos, mudarse, aprender nuevas cosas, etc. e igualmente manifiestan no ser felices, de manera que tampoco pareciera ser que los logros hacen la felicidad. Unos están acompañados y quieren estar solos, otros están solos y quieren estar acompañados…

Por otro lado también conocemos muchas personas que tienen muy “poco”, que sus logros no son muy relevantes, que adolecen de muchas virtudes y manifiestan ser felices, y nos preguntamos, ¿Será que estas personas son muy conformistas? ¿Será que son mentirosos y ocultan su infelicidad? ¿O realmente será que la felicidad es como citan algunos autores, que la felicidad es sencillamente un estado de ánimo?

La Felicidad o Ser Feliz
Considero que ante estas manifestaciones a favor o en contra de la felicidad, bien vale la pena hacer una reflexión sobre ¿Qué es lo que específicamente requieren las personas para ser felices? ¿Es que realmente se puede considerar a la felicidad como un objetivo de vida? ¿Es posible que esta felicidad sea un estado permanente?
Algo que sí parece ser muy cierto es que no necesariamente las cosas que hacen feliz a una persona, siempre van a ser las mismas que harán felices a otras, porque como dice el dicho “cada cabeza es un mundo” o como reza la Programación Neurolingüística (PNL) “el mapa no es el territorio”. De manera que en lo que si podríamos coincidir es que la felicidad es muy relativa, en consecuencia va más asociada al sentir de cada persona que a lo que rodea a esa persona.
Entonces, muchos dirán que el secreto estará en que cada quien pueda descubrir cuáles son los elementos o variables que sumarán a favor de ese “ser o sentirse feliz”, sin embargo, si pensamos en la felicidad como algo que hay que conseguir, como un estado de bienestar ideal y permanente al que hay que llegar, lo que vamos a conseguir con mayor probabilidad es un continuo sentimiento de frustración, ya que va a ocurrir como sucede con todas aquellas cosas que vamos alcanzando en la vida, que se convierten en pasos o metas que vamos alcanzando, pero nunca considerando que hemos llegado al final. No me imagino como sería la vida si en algún momento consideráramos que somos un “producto terminado”. Definitivamente, la felicidad no es un objetivo y mucho menos el final del camino. Cada vez que vamos alcanzando nuestros deseos, seguirán apareciendo otros y otros y otros… y eso le da sentido a la vida.

Felicidad y Bienestar
Claro que obtener muchas cosas nos da un sentido de bienestar. Un bien material como un buen carro, una buena casa, buenos amigos y buena salud, son por supuesto sinónimos de bienestar, que pudiéramos decir que nos brindan felicidad. El problema es que perderíamos igualmente esa felicidad cuando por razones lógicas de la vida, dejáramos de contar con algo de eso que nos está dando felicidad, entonces de un día a otro nos podemos encontrarnos afirmando que “somos infelices”. Por eso es que muchas personas viven en una permanente frustración en la búsqueda de la felicidad, dado que incluso cuando creen estar más cerca, ocurren hechos, como la pérdida del trabajo, de un ser querido, el rompimiento de una relación u otras situaciones que interrumpen ese bienestar al que están asociando su felicidad.

Creencias acerca de la felicidad
Por supuesto que asociar la felicidad a algo específico como la salud, bienes, logros u objetivos, va de la mano con las creencias que vamos aprendiendo a lo largo de nuestras vidas. Por ejemplo:
Creemos que “la felicidad es algo que tenemos que alcanzar” y pasamos la vida haciendo cosas para obtenerla, llenos de miedos, conflictos y hasta saboteos en esa “búsqueda” de algo que, realmente no es una “cosa” que se pueda alcanzar.
Otra creencia es que “no se puede ser feliz si no se tiene a nuestro lado las cosas y personas que tanto estimamos”. Resulta que sencillamente es imposible mantener para siempre todo lo que amamos o estimamos en nuestra vida. De manera que desde esta creencia, sería imposible llegar a ser feliz.
Otras veces nos quedamos con la creencia que “seré feliz si logro generar los cambios en algunas situaciones y/o personas” Algo que resulta ser aún más frustrante porque no tenemos, o tenemos muy poco poder para generar los cambios que deseamos en los otros, y como ya lo he expresado, aún consiguiendo algunos cambios, la naturaleza nos lleva a aspirar otros cambios.
Y así como esos ejemplos, una peor es sencillamente creer que “la felicidad no existe” o muchas otras asociadas a los deseos que tenemos en la vida y las creencias que el hecho de alcanzarlos nos hará felices, cuando la realidad nos dice que el cumplimiento de un deseo es un instante de placer, satisfacción o bienestar y como ya lo hemos hablado, esto no es felicidad.

Una cuestión de actitud
Para algunos pensadores y filósofos, todos los bienes como dinero, honores, fama, talento, no son más que elementos que ayudan a la felicidad, pero no la felicidad en sí misma. Para otros pensadores, la felicidad es una actitud mental que el hombre puede asumir conscientemente, es decir, es una decisión. Desde este enfoque se asume la felicidad como una experiencia totalmente subjetiva que normalmente se resume por el grado de satisfacción que uno tiene en la vida. En lo que a mi respecta, coincido con ambas posturas y más aún con esta última. Es una cuestión de actitud mental ante la vida, por eso vemos algunas personas, que no importa todo lo bueno que pueda rodearlas, sólo resaltan siempre lo malo. El que una persona sea optimista no significa que todo le sale siempre bien, sino que aunque algunas cosas salgan mal, confía en que siempre habrá vías para superar las dificultades.
Es nuestra actitud ante la vida, ante los problemas y las preocupaciones, lo que va a darnos ese sentido de ser o no ser felices. No quiero con esto decir que no importan los bienes, el dinero, los logros, el sentirnos amados, lo que sí quiero resaltar es que la felicidad es una actitud constante y que sin ese valor en nuestra vida no importa lo que se tenga, lo que se logre o quienes nos rodeen, seguiremos viendo la felicidad como una utopía o algo que quien sabe Dios porqué sólo le llega a algunas personas.

La felicidad, una decisión
Si a este momento llego convencido que lo más importante para ser feliz es la actitud para vivir y enfrentar los obstáculos, sabores y sin sabores de la vida, entonces concuerdo con que para ser felices debemos ante todo decidirlo, incorporando a mis creencias "yo puedo y merezco ser feliz", "yo escojo ser feliz". Una actitud positiva y una esperanza continua son mucho más útiles que una actitud pesimista o una visión "amarga" de la existencia. A mi en lo particular me gusta la idea tener creencias que afiancen mi identidad de tal manera que yo pueda aseverar “Yo soy feliz”.
El ser feliz no es un simple estado de ánimo, es una actitud constante, que podemos incorporar en nuestro estilo de vida, entre otras cosas:
• Aprendiendo a disfrutar tanto las grandes como las pequeñas y cotidianas cosas de nuestra vida como la amistad, la familia, la naturaleza, el trabajo, nuestra salud, etc.
• Haciendo lo que hacemos, cualquiera que sea nuestra ocupación, con entusiasmo, bien hecho y con mucha satisfacción
• Agradeciendo no sólo lo que tenemos, sino también lo que hemos tenido, sean experiencias agradables o desagradables, bienes materiales, familiares o amistades. Porque esas experiencias son las que nos permiten aprender, crear valores y crecer como personas
• Aceptando nuestras cualidades y limitaciones sin renunciar a mejorar, por el contrario aprovechando toda oportunidad que se nos brinde para aprender y mejorar

Lo más importante es estar consciente que el camino de la vida está lleno de momentos placenteros y otros no tan placenteros, ¡esa es la vida! No es en el futuro donde encontraremos la felicidad, es “aquí y ahora”. Por supuesto, “yo soy feliz, “tu eres feliz” y “todos podemos ser felices”

Gerardo Velásquez

EL ESTRÉS Y EL AMOR EN LA RELACIÓN DE PAREJA


Mucho se ha dicho y escrito acerca del Estrés, y no cabe duda que en una época como la que vivimos, con cambios tan constantes y abrumadores a los que nos toca irnos adaptando y desadaptando, así como los compromisos y actividades en las que nos vemos envueltos en un día a día, donde muchas veces no somos ni capaces de hacer un alto para el descanso, el compartir y las muchas cosas agradables que también tiene la vida, entonces pareciera inevitable que el Estrés sea el denominador común en la vida de la persona moderna.

Normalmente al hablar del Estrés, el énfasis mayor se hace en los problemas de salud que suelen surgir en las personas, como consecuencia de las alteraciones que sufren nuestros dos grandes sistemas que se ocupan de mantenernos sanos, como son el Sistema Inmunológico y el Sistema Endocrino, lo cual es absolutamente cierto. Sin embargo, hay otras alteraciones que se van a presentar en nuestras vidas si no prestamos atención a la manera en que la estamos llevando y a cómo hemos podido permitir que grandes niveles de Estrés imperen en nuestra cotidianidad.

EL IMPACTO EN EL AMOR Y LA PAREJA
En esta ocasión quiero hacer referencia a las consecuencias que por el Estrés se pueden generar en el amor y por defecto en las relaciones de pareja. Es común escuchar que el amor es el sentimiento más noble que existe, pero también es sabido que este sentimiento no responde a una planificación racional, es decir, las personas NO planifican enamorarse de alguien, esto sencillamente ocurre. Sin embargo sí va a entrar la razón en el cómo llevar ese amor para que perdure y no se apague como una llama a la que le quitamos el oxígeno.

En la actualidad es muy común que ambos en la pareja cumplan roles laborales y profesionales que pueden muchas veces representar una demanda de tiempo, esfuerzo y compromiso que exigen más allá de lo que pueden dar, mientras que por el solo hecho de vivir en pareja, también han de cumplir una serie de responsabilidades propias de la relación, la familia, los hijos, etc. que igualmente pueden llegar a la sobre exigencia y caer en una fórmula sencilla generadora de Estrés, que no es otra que un desequilibrio que se va a presentar cuando las demandas a las que somos sometidos exceden a nuestra capacidad de reacción.

Este problema a su vez va a incidir en la estabilidad emocional de la pareja, generando discusiones que generalmente sólo suelen ser desahogos a las presiones que cada uno vive, para luego convertirlas en hábitos mal sanos en la relación. También se crean problemas en la intimidad y desavenencias varias que, de no tratarse y corregirse van poco a poco acabando con el amor, hasta que el daño es irreversible y lo que queda es la separación.

EL SEXO, UNA ALTERACIÓN COMÚN
Estando claros que nuestra mente es la que gobierna nuestro cuerpo, es de suponer que ante situaciones de angustia y ansiedad, propias de una vida estresada, el disfrute se va quedando de lado y en las relaciones de pareja, esto comienza a reflejarse precisamente en la disminución del deseo sexual. De manera que en el hombre y la mujer ocurre un desplome del deseo sexual, con un marcado desinterés por la pareja y el resquebrajamiento del frenesí y la pasión en la relación íntima.
Esta disminución en el apetito sexual, ocasiona que la frecuencia disminuye y se aparta cada vez más de los momentos en que ambos se buscaban para dar rienda suelta a unos originalmente desenfrenados deseos de hacer el amor, o por otra parte, actúa de una forma más dañina, cuando el acto sexual se convierte en una obligación, más que en un disfrute y por supuesto, dado que va contrario a la naturalidad del “querer y desear” por el “tener que”, comienzan a sumarse otros elementos que de igual manera son acrecentadores del Estrés, como son en el hombre, los problemas de impotencia o eyaculación precoz y en la mujer la incapacidad para llegar al orgasmo. Efectos que van a dificultar aún más la capacidad de sobrellevar una relación placentera.
En un acto sublime en la relación de pareja como es el hacer el amor, deben abundar en el cerebro las sustancias químicas que generan la tranquilidad, el placer y la alegría. De allí la importancia de apartar todo tipo de alarma o nerviosismo, que pueda producir la baja del deseo sexual.

MOMENTOS PARA ESTAR ALERTA
Existen momentos o etapas en la vida que pueden hacernos más susceptibles ante el Estrés y ante los cuales hay que estar más alerta. Con frecuencia, los casos de Estrés afectan al varón durante la etapa madura (a partir de los 35 años), no sólo porque su capacidad sexual se reduce, sino debido a factores de su entorno, como el incremento de la carga laboral o la presión familiar, que lo ponen en alta tensión. Igualmente, a partir de los 55 y 60 años, ocurren otros cambios en el hombre como la andropausia y la culminación de la etapa laboral. Lo primero hace que gradualmente disminuyan las hormonas sexuales, mientras que lo segundo, cuando no se ha planificado o han tomado las respectivas previsiones, suele ser un gran estresor, por no saber a qué dedicarse, qué hacer en esta nueva etapa de su vida y cómo mantener los ingresos económicos del pasado.
Por su parte en la mujer, y más específicamente con el nuevo rol que ha venido asumiendo en la sociedad actual, al alcanzar una independencia laboral y ocupar puestos de relevancia profesional, tienden a confundir su rol en las relaciones diarias en el trabajo con el encuentro sexual con su pareja. Esto hace que tiendan a adoptar muchas veces un papel masculino y perturbar así su capacidad de placer y de alcanzar el orgasmo.

CUANDO EL AMOR SE CONVIERTE EN ESTRÉS
También vale la pena traer a colación que el mismo amor, o mejor dicho, la manera como nos comportamos ante el amor, puede por sí misma convertirse en una fuente de Estrés que ha de llevar a la persona o a la pareja a sufrir
Y aquí, desde mi juicio, el problema mayor se presenta ante la inseguridad consecuente de problemas subyacentes, de uno de los miembros de la pareja que tiene mucho temor a perder a la persona amada, desatando una sobreprotección, inhabilitación del otro o hasta acosos que son insostenibles para una relación sana.
De manera que el amor se convierte en obsesión y lleva a la persona a colocar a su pareja en el lugar más importante y casi el único en su escala de prioridades. Convirtiendo así la relación en una dependencia emocional hacia su pareja, al extremo de creer que no podría vivir sin el otro, intentando hacer todo tipo de actividades con la otra persona, llamando continuamente y controlándola a través de mensajes, como asegurando que siempre esté “ahí”. Por supuesto, es fácil imaginarnos el nivel de Estrés que se presentará en una persona que desarrolla este tipo de obsesión, al extremo de anularse a sí mismo para subordinarse completamente a su pareja, generando una relación que pasará a ser insoportable tanto para el miembro que sufre de la obsesión, como para la contraparte que se ve sometida a tales niveles de presión y tensión.

INYECTANDO LA RAZÓN AL AMOR
Como cita Walter Riso en su libro “Deshojando Margaritas”, en su distinción entre “el amor pasional, el amor racional y el amor incondicional”, sólo el amor “racional” podrá ser exitoso para mantener en el tiempo al mismo amor y por supuesto una relación de pareja dentro de lo que podamos llamar funcional y emocionalmente estable. Y es que, como hice mención al principio, el amor no se planifica, sencillamente de acuerdo a las circunstancias va a surgir, pero serán las personas involucradas en ese amor quienes han de estar alerta a todas las situaciones que se van a presentar en la dinámica de la relación y fuera de la relación.
En el caso que nos motiva este artículo, por supuesto el aspecto más importante a abordar es el manejo del Estrés y no permitir que éste sea un elemento discordante que puede a la larga matar al amor. De manera que nos toca hacer una revisión de los distintos ámbitos, como el trabajo, la familia, el entorno social y político y por supuesto nuestra relación de pareja propiamente dicha y procurar detectar las situaciones que nos están llevando a generar y mantener un estado de Estrés permanente y tomar las acciones necesarias para contrarrestar su efecto, reducirlo o hasta eliminarlo de nuestra vida.

La vida será más placentera si estamos psicológicamente tranquilos. Por más compleja que pueda parecernos una situación siempre existe una salida. Por tal motivo, es de gran importancia escuchar o abrirnos a otros puntos de vista, esto nos mostrará otras alternativas para resolver todo aquello que vemos nublado y parece no tener solución. Siempre será importante reconocer que el amor requiere atención para no perder el vínculo que nos une con nuestra pareja.

Gerardo J. Velásquez D.