LA AUTOESTIMA Y EL AMOR A SÍ MISMO




Es muy común escuchar frases acerca de cuan alta o baja tiene la autoestima una persona, un amigo, familiar o nosotros mismos, generalmente sin prestar mucha atención a tales afirmaciones y por ende, sin darle la importancia respectiva, a pesar que la autoestima puede tener la incidencia más significativa para alcanzar logros o poner barreras, así como una enorme influencia en los sentimientos y el estado emocional de una persona. De allí que conocer, entender, cultivar y desarrollar la autoestima reviste una importancia relevante para todas las personas y vale la pena dedicar unas líneas a este interesante tema del comportamiento humano.

El término Autoestima se refiere al valor (justo o no) que tiene la persona sobre sí misma, en relación con sus competencias, habilidades y personalidad como tal. A su vez este concepto está profundamente asociado con la comunión del individuo consigo mismo y con los demás. Se ha llamado a la autoestima la clave del éxito personal, porque ese “sí mismo” a veces está oculto y sumergido en la inconsciencia o en la ignorancia.

El origen de la autoestima se inicia desde el nacimiento de la persona y el conjunto de experiencias que rodean ese acontecimiento y seguirá estructurándose a lo largo de la vida con las experiencias, vivencias y aprendizaje de cada individuo, para determinar lo que podemos llamar la imagen del “yo” o “autoimagen”. Esta autoimagen no es otra cosa que la individualidad humana a partir de donde se manifiestan las dimensiones emocional, física, intelectual, interpersonal y social de la persona. De la calidad de este proceso estructural acumulativo se construye el autoconcepto que se verá matizado por el amor, el respeto, el apoyo, el odio, el castigo y el abandono. En consecuencia, esa conformación de la autoestima tendrá ese matiz definido por niveles alto, medio o bajo.

Algunas personas se ven a sí mismas como inteligentes, simpáticas, seguras competentes, creativas, exitosas, etc. mientras otras por el contrario se perciben como fracasadas, incompetentes, mediocres, inseguras, conformistas, etc. Pudiendo en ocasiones esa imagen corresponderse o no con la realidad. De manera que hay personas que tiene un alto concepto de sí mismas y otras que tienen un bajo concepto de sí mismas.

La realidad es que todos tenemos un potencial que puede ser truncado por nosotros mismos o impulsado a su desarrollo. La autoestima es la fuerza que le da sentido y dirección a ese desarrollo, es la que potencia o limita nuestras capacidades.

Es importante destacar que la autoestima nada tiene que ver con la vanidad. Una autoestima alta no es pensar que yo soy lo que no soy, es saber realmente quien soy, conocer y aceptar que hay aspectos en los que tenemos ciertas capacidades y otros en los que no las tenemos. La clave está en olvidarnos de la búsqueda de aprobación y dejarnos ser en nuestra forma más auténtica, de manera que nuestra confianza en nosotros mismos pueda evolucionar y se puedan reconocer los frenos y bloqueos que impiden nuestro crecimiento y desarrollo. Se trata entonces de hacer conciencia de lo que está sucediendo conmigo y en mí, aquí y ahora, sin miedo a que los demás puedan conocer la parte menos querida de mí. Es asumir mis errores y mis limitaciones del mismo modo que asumo mis éxitos y mis virtudes, dejando a un lado las justificaciones acerca de lo que se ha hecho o dejado de hacer y conectarnos con el placer de vivir las experiencias y crecer con ellas.

LA ESCALERA DE LA AUTOESTIMA
Un interesante planteamiento para conocer y desarrollar la autoestima lo presenta Schuller (1981) a través de la llamada escalera de la autoestima que va en una sucesión de pasos desde el autoconocimiento que se refiere a conocerse a sí mismo, sus necesidades, limitaciones y habilidades, como actúa y siente, es decir todos sus elementos y la interacción de éstos en su personalidad. Dependiendo de este autoconocimiento el individuo logrará tener una personalidad fuerte y unificada o una personalidad débil y dividida. El siguiente nivel es el autoconcepto constituido por una serie de creencias acerca de sí mismo, que se manifiestan en su conducta. Si alguien se cree tonto actuará como tonto, si se cree inteligente o apto, actuará como tal. Sigue en ascendencia la autoevaluación, que consiste en la capacidad de evaluar las cosas como buenas para el individuo, si le satisfacen, si son interesantes, enriquecedoras, le hacen sentir bien, le permiten crecer y aprender o carecen de interés, le hacen daño y no le permiten crecer. Sigue el escalón de la autoaceptación, que es admitir y reconocer todas las partes de sí mismo como un hecho, como la forma de ser y sentir, ya que sólo a través de la aceptación se puede transformar lo que es susceptible a ello. El próximo nivel es el autorrespeto que va asociado a la atención y satisfacción de las propias necesidades y valores. Expresar y manejar en forma conveniente sentimientos y emociones, sin hacerse daño ni culparse. Buscar y valorar todo aquello que lo haga sentirse orgulloso de sí mismo. Finalmente se llega a la Autoestima que es la síntesis de los pasos anteriores. Si una persona se conoce y está consciente de sus cambios, crea su propia escala de valores y desarrolla sus capacidades, se acepta y se respeta, tendrá autoestima. Por el contrario si una persona no se conoce, tiene un concepto pobre de sí misma, no se acepta ni se respeta, entonces carecerá de autoestima.


EL SER VS. EL DEBER Y PODER SER
Para cerrar con este tema de la autoestima es importante resaltar que en gran medida los problemas que inducen a su mal desarrollo, van asociados a los mandatos e imposiciones que desde muy pequeños vamos recibiendo de nuestros padres, maestros y el entorno social en general, que van generando en nosotros las creencias potenciadoras o limitadoras, con aprendizajes falsos de lo que debería ser o no ser, lo que puedo o no puedo ser o de lo que puedo o no puedo lograr en la vida.

Si me empeño en ser lo que no soy por alguien que sólo es consecuencia de mis “debería ser”, lo más probable es que mi esfuerzo sea en vano, generando una frustración que puede terminar agotando mis deseos, energía y voluntad e incluso terminar encerrado en una severa depresión. Del mismo modo, cualquier cosa que quisiera hacer estará supeditada a esas creencias de tener o no tener la capacidad y por ende la posibilidad de lograrlo. De allí que uno de los grandes síntomas de la depresión sea precisamente una baja significativa de la autoestima. De manera que de lo que se trata es que nos manifestemos plenamente como somos y no como “deberíamos ser”. Es ser quien soy y no quien los demás quieren que sea. Dependiendo de cómo nos tratemos a nosotros mismos así nos tratarán los demás. De nosotros depende.

Quiero concluir citando a Virginia Satir (1989) quien enuncia “Los Cinco Derechos” de las personas y que a continuación señalo:
1. Tengo derecho de ver y escuchar lo que hay aquí, en vez de lo que debería haber, hubo o habrá
2. Tengo derecho a decir lo que siento y pienso, en vez de lo que debería decir
3. Tengo derecho de sentir lo que siento, en vez de lo que debería sentir
4. Tengo derecho de pedir lo que desee, en vez de aguardar a que me den permiso
5. Tengo derecho a correr riesgos por propia cuenta, en vez de querer sólo lo seguro.

Una buena autoestima es la clave del desarrollo de toda persona, del bienestar, del éxito y de la satisfacción de vivir. Tu eres la persona más importante para ti, independientemente de los mensajes contrarios que pudiste haber recibido y siempre estarás a tiempo en hacer los cambios que desees hacer.

Gerardo J. Velásquez D.




EL MAL HÁBITO DE VIVIR EN LA QUEJA


Si nos detuviéramos un poco a revisar las cosas buenas que rodean nuestra vida, seguramente muchos quedaríamos sorprendidos al ver aspectos que son muy valiosos y que sencillamente aceptamos como “normales” sin darnos cuenta que esa “normalidad” no es así en el común de las personas. 
Elementos como la salud, techo, comida, vestido, agua, electricidad, familia, amistades, no siempre están presentes en todas las personas, de manera que los que tenemos la dicha de contar con ellos, tenemos motivos para celebrar. Si agregamos otros como un trabajo, tiempo para disfrutar, el dinero suficiente para cubrir las necesidades básicas o algunos bienes materiales, entre otros, las razones para dar gracias a la vida se incrementan.

Sin embargo, a pesar de todas estas cosas buenas que tenemos, muchas personas viven en un permanente lamento y se empeñan en resaltar todos los aspectos negativos que se les pueden presentar como consecuencia lógica del devenir de la vida. Quieren tener un carro, pero les molesta pagar el seguro o el mantenimiento, quieren vivir en pareja, pero se quejan de los defectos de la que tienen, deciden tener hijos y se quejan de los hijos, no les gusta el trabajo que tienen, pero en lugar de cambiarse arrastran los pies para ir a trabajar, y así se les va el tiempo quejándose de las cuentas por pagar, del calor, del frío, de la sequía, de la lluvia, del jefe, de los compañeros de trabajo, etc. etc.

El problema se torna más serio, porque las personas “adictas” a la queja no son capaces reconocer que han hecho de la queja un estilo de vida, un hábito dañino que les coarta la posibilidad de disfrutar y vivir la vida de una manera más plena y agradable, haciendo no sólo su vida insoportable, sino la vida de sus seres queridos más cercanos quienes no encuentran la manera de lidiar con esas actitudes y algunas veces optan por apartarse, cansados de intentos frustrados de generar un cambio.

Abrir Posibilidades y Pasar a la Acción
No podemos confundir la insatisfacción con la queja, históricamente es la insatisfacción la que ha movido a la gente a cambiar. A crear cosas, soluciones, inventos, mejoras. Por lo tanto la insatisfacción suele ser saludable cuando se convierte en la motivación a la superación. Ahora, deja de ser saludable cuando se queda estancada en forma de queja y no de acción creativa para la mejora de nuestras circunstancias.
La queja es apartarse del problema y no reconocer que uno tiene responsabilidad para poder abordar una solución. Entonces me quejo de que estoy gordo y no cuido mi alimentación ni salgo a realizar algún ejercicio, me quejo de la rutina y no hago nada para cambiarla, me quejo de mi trabajo pero no soy capaz de buscar otro o de prepararme y adquirir nuevas capacidades y relaciones que abran el abanico de opciones.
Nada ganamos con mantenernos en la queja esperando que las cosas cambien. Es necesario asumir la responsabilidad y actuar en procura de aquello que queremos cambiar.

De acuerdo a la Física Cuántica, en la llamada Ley de la Atracción, se expresa que todo lo que está llegando a tu vida, tú lo estás atrayendo. Sin embargo, de acuerdo a esta ley nuestro cerebro no hace diferencia de que lo que estás pensando sea bueno o malo, o si lo quieres o no lo quieres. Simplemente asocia y atrae al estímulo que está presente en el pensamiento. De manera que las cosas o situaciones de las que te quejas, son más atraídas en lugar de ser alejadas. Por ende la queja pasa a ser absolutamente negativa y destructiva de toda posibilidad de cambio para bien.
Esta posición nos la presenta esta metáfora de Jean-Claude Carriére, guionista y escritor francés:
“En los tiempos de Salomón, el mejor de los reyes, un hombre compró un ruiseñor que tenía un canto excepcional. Lo puso en una jaula donde al pájaro nada le faltaba, y este cantaba durante horas y horas, para admiración de los vecinos.
Un día en que la jaula había sido colocada en un balcón, se acercó otro pájaro, le dijo algo al ruiseñor y se fue volando. Desde aquel instante el incomparable ruiseñor permaneció en silencio.
El hombre, desesperado, llevó a su pájaro ante el rey profeta Salomón, que conocía el lenguaje de los animales, y le pidió que le preguntase por las razones de aquel mutismo. Así lo hizo el profeta y entonces el pájaro le dijo a Salomón:
‘Antes yo no conocía ni cazador ni jaula. Entonces me enseñaron un apetecible cebo y, empujado por mi deseo, caí en la trampa. El cazador de pájaros que me atrapó, me vendió en el mercado, lejos de mi familia, y me encontré en la jaula del hombre que aquí ves. Empecé a lamentarme día y noche, lamentaciones que ese hombre tomaba por cantos de agradecimiento y alegría. Hasta el día que otro pájaro vino a decirme: “Deja ya de llorar porque es por tus gemidos por lo que te guardan en esta jaula.” Entonces decidí callarme”.
Salomón tradujo estas frases al propietario del pájaro. El hombre se dijo: ‘¿Para qué guardar un ruiseñor si no canta?’ Lo puso en libertad y el pájaro volvió a cantar.”

La Queja Vs. El Reclamo. Un problema de comunicación
Aparte del hábito de la queja del que hemos venido comentando. Cuando se trata de relaciones hay otra variedad que se disfraza en los supuestos reclamos.
Cuando se trata de diferencias que tenemos con otras personas con las que nos relacionamos, bien sea la pareja, familiares, compañeros de trabajo o amigos, muchas personas dirán que es necesario quejarse porque si no lo hacen pueden abusar de ellos. En este caso vale la pena traer a colación una importante distinción que una vez aprendí en mi formación como Coach Ontológico, donde se hacía una clara diferenciación entre la QUEJA y el RECLAMO, los cuales aunque parecen sinónimos, no lo son.

Cuando se hace referencia a la QUEJA, lo que suele suceder es que la persona se lamenta y protesta porque tiene una expectativa de algo que no se cumplió o no se está cumpliendo, sin que necesariamente haya existido un compromiso previo, sino solo porque, por ejemplo, la persona piensa que las cosas deben hacerse de una determinada manera porque eso “es así”, porque “así debe ser”, porque “al buen entendedor pocas palabras” o sencillamente porque eso “es obvio”.
Por otra parte, el RECLAMO es el derecho que tiene una persona ante otra de expresar su malestar ante una promesa que no se le cumplió o no se le ha cumplido, o ante el no recibimiento de un servicio u objeto por el que ha pagado. Por ende, abstenerse de quejarse no necesariamente significa soportar malas conductas o actitudes. No hay nada de malo y estás en tu derecho cuando reclamas asertivamente ser respetado, o cuando le dices al mesonero que tu sopa está fría y que necesita ser calentada. Lo importante aquí es entender bien esa diferencia y precisar lo que esperamos de los demás sin dar por sentado que ellos lo tienen claro.

Romper el Hábito
Como lo expresaba al inicio, el mantenernos en la queja es un hábito, una cuestión de actitud. Por lo tanto no es fácil darnos cuenta que estamos en él y de ahí que cambiarlo se haga más difícil, porque siempre será muy fácil encontrar algo de que quejarnos y argumentos para sustentar la queja. Del clima, del tránsito, de la inseguridad, de las mentiras de los políticos, de la salud, del dinero que no alcanza, etc., etc. Pero la gran verdad es que todos tenemos muchas más cosas y motivos para agradecer.
Es necesario deshacernos de la costumbre de quejarnos y eso se logra tomando consciencia de que nos estamos quejando para poder corregirlo. Para romper un hábito hay que procurar tenerlo lo más consciente posible y hacer cambios previamente pensados, que han de introducirse justo en los momentos en que se suelen presentar las actitudes del hábito que queremos cambiar.
Por ejemplo, puedes darte un tiempo para reflexionar sobre todas las cosas positivas que tienes y aprecias en tu vida, y cada vez que sientas ganas de quejarte (de lo que sea) lee tu lista de cosas positivas que aprecias en tu vida o piensa en algo agradable que te hace sentir feliz. También puedes encontrar siempre un lado positivo ante la queja. Por ejemplo “que trabajo tan aburrido” se puede cambiar por “que bueno que tengo trabajo” “se que puedo encontrar otro mejor más adelante”.
Manteniendo una observación especial de tus pensamientos y palabras, en lugar de la queja siempre podrás encontrar algo por qué agradecer de corazón.

El Reto de los 21 Días
Una excelente propuesta para romper el hábito de la queja lo propuso el pastor dirigente de la Unidad de la Iglesia de Cristo, en Kansas (EEUU) Will Bowen, a quien se le ocurrió crear, en julio de 2006, el "Reto de los 21 días" con el propósito de ayudar a los miembros de su comunidad a eliminar la cultura de quejarse y sus nocivos efectos.
Su propuesta fue muy simple, entregó a cada uno una pulsera morada con la leyenda UN MUNDO SIN QUEJAS y le pidió “colocarás la pulsera en tu muñeca y la vas a mantener durante 21 días sin emitir ningún tipo de queja o crítica”, así sea "me duele la cabeza" o "nada me está saliendo bien". Si durante este período emites algún lamento, debes cambiar la pulsera de muñeca y debes volver a empezar”.
La mayoría de los participantes logró superar este reto, pero les tomó un mínimo de 5 meses, un tiempo que evidencia la presencia de la cultura de la queja en nuestras vidas.
En el análisis de esa propuesta destacan que muchas personas que decían que no se quejaban demasiado, con el ejercicio se dieron cuenta que lo hacían unas 20 veces en promedio al día.
Tú también puedes, usando cualquier cosa, no necesariamente una pulsera morada, asumir este reto de 21 días sin quejas, sin críticas y sin chismes. Si lo logras seguramente tendrás mejor ánimo, menos dolores, relaciones más favorables, mayor autoestima, etc. 

Ya sabemos que lo único que ganamos con la queja es sentirnos peor. Es importante recordar siempre que no es la situación el problema lo que lo convierte en un problema, es la forma como la afrontamos. Por ende en lugar de quejarnos del problema lo sano es avocarnos a resolverlo. Siempre seremos responsables de nuestro propio cambio.

Gerardo J. Velásquez D.


ASUMIENDO LA RESPONSABILIDAD DE TU VIDA


Basta prestarle atención a las conversaciones del día a día con familiares, amigos, colegas, compañeros de trabajo, etc. para caer en cuenta que en un altísimo porcentaje, cuando se tratan asuntos o problemas que afectan particularmente a una persona, con mucha facilidad esta persona encuentra que tales problemas tienen su origen en el entorno, poniendo la responsabilidad o “culpa” afuera. Así entonces se escuchan juicios como: “es que mi jefe es un amargado”, “mi pareja me hace enojar”, “no estudié porque no tuve quien me ayudara”, “es que mis hijos no quieren entender que…”, “es que con este gobierno…, con este patrono…, con este clima…” y así un sinnúmero de argumentos que si bien pueden servir de alguna forma de alivio, ya que elimina los juicios hacia sí mismo que muy pocos quieren aceptar, por otro lado representa una casi absoluta imposibilidad de reacción para abordar satisfactoriamente la situación que en un momento dado o incluso por años viene afectando a la persona, ya que desde esta manera de ver, escuchar y sentir al mundo, siempre será el entorno el que ha de moverse o actuar para que las personas puedan ser más o menos felices.

La Responsabilidad:
El concepto de Responsabilidad desde el punto de vista psicoterapéutico es uno de los pilares fundamentales que toda persona ha de entender si quiere realmente avanzar en su salud mental y emocional. La Psicoterapia Gestalt ha sido una de las corrientes que más ha aclarado el punto, siendo la Responsabilidad uno de sus principios fundamentales, el cual consiste en que las personas han de hacerse responsables de todo lo que dicen o hacen en su vida, independientemente del esfuerzo o resultados de tales acciones, sean éstos buenos, regulares o malos. Es entender que, una vez que soy adulto, siempre soy “yo” quien decido hacer lo que hago, decir lo que digo, vivir o trabajar donde vivo o trabajo y estar con quien quiera estar.
Se trata entonces de dejar de culpar a otros o a la vida por mis resultados no deseados y tampoco, asumir responsabilidad de las acciones y resultados de otros adultos con los que mantengo relaciones.

Historia y Cultura:
Lamentablemente, tal vez por razones de costumbre y hasta culturales, desde pequeños empezamos a aprender que las cosas que nos ocurren generalmente responden o tienen su origen en el entorno, entendiendo por este entorno a todo aquello animado o inanimado al que haremos responsable, o como popularmente se habla “le echaremos la culpa” de todo lo que nos sucede. De esta forma ya cuando el niño está empezando a caminar y por razones obvias de su proceso de aprendizaje tropieza con la mesa y cae, nunca falta un familiar que alienta al niño pegándole a la “mesa maluca” que se atravesó en su camino. Desde allí comienza el aprendizaje que seguirá en el colegio, donde en su proceso natural de aprendizaje y adaptación tendrá diferencias con otros niños, pero escuchamos a su mamá que dice “él no golpea a otros niños, él se defiende… el otro empezó”, y así sigue el niño aprendiendo que la maestra es buena o mala, que el profesor “lo raspó”, y va creciendo siempre viendo afuera la responsabilidad, encontrándose de adulto con las naturales excusas que lo libran de todo pecado, que si no tuve un padre, que si el jefe, que si el gobierno, que mi pareja, que el clima o cualquier persona o aspecto del entorno a quien pueda recostar esa responsabilidad.

Una cuestión de elección:
Como expresa Jorge Bucay, en su libro Cuentos Para Pensar, “…si bien es cierto que yo no puedo hacer todo lo que quisiera hacer, es absolutamente cierto que cualquiera puede No hacer lo que No quiera hacer”. De manera que entonces soy totalmente responsable de todo lo que hago o dejo de hacer y por ende de sus consecuencias. Que lo hago por evitar algo, para conseguir algo, por alguien, etc. No importa, siempre será mi elección y mi responsabilidad.
También de esta manera estaré tomando conciencia que no es el otro quien puede hacerse cargo de mis elecciones, ni yo, a menos que yo lo quiera, hacerme cargo de las suyas. Porque salvo cuando somos niños y forzosa y necesariamente somos totalmente dependientes, siempre seremos responsables de lo que elegimos ser, no importa que queramos echarle la culpa al medio, a las circunstancias o a los otros. Se trata de una elección. Elegimos lo que queremos ser o hacer, elegimos a nuestros amigos, elegimos a nuestra pareja, donde aceptamos trabajar, nuestros comportamientos, y algunos con razón podrán decir, bueno pero no elegimos a nuestros padres o a nuestros hijos, sin embargo siempre será nuestra elección aceptar o no manipulaciones, mandatos, maltratos, malcriadeces, etc. De modo que siempre será nuestra responsabilidad.

Soy “Yo” no es “Uno” o “La Gente”:
Una manera de darse cuenta y tomar más conciencia de los problemas que nos toca enfrentar es prestándole atención a nuestro lenguaje. Aunque estemos haciendo ver que nos referimos a nosotros mismos, no es lo mismo decir por ejemplo “porque uno en esta situación se tiene que molestar” a decir “Yo ante esta situación me molesto”. Cuando digo “uno”, “la gente” u otra generalización, no hago referencia a alguien en especial y asumo que el hecho afecta por igual a todas las personas, de manera que pareciera que se escapa de mis manos la posibilidad de actuar para que “a mi” y no “a uno” o “a la gente” me deje de molestar tal situación, o ponga los límites asertivamente para evitar que se repita o siga ocurriendo.
Por otro lado “uno se tiene que molestar” deja una obligación ficticia de “tener” que molestarse. Se trata de convertir el lenguaje impersonal en personal y aprender a asumir la responsabilidad de nuestras acciones o reacciones, siendo entonces un ser más activo que hace cosas, en lugar de un ser pasivo al que le suceden las cosas.

La responsabilidad y el cambio:
Como ya lo he expresado, colocar la responsabilidad afuera puede representar cierto alivio y también evitar un desagradable sentimiento de culpa, sin embargo es muy importante destacar que a la vez que repartimos culpas y responsabilidades, se hace más difícil poder avanzar en la solución de situaciones o problemas que hemos de enfrentar, ya que por definición, si la causa está afuera, no depende de mi actuar para generar un cambio, sólo me quedaría esperar o pedir a Dios que los otros cambien. El problema está en que yo tengo todo el poder para hacer cambios en mí mismo, pero muy poco poder, por no decir cero poder, para hacer que los demás cambien.

Se trata entonces de dos elementos claves y necesarios para el cambio, aceptar mi responsabilidad y por supuesto querer el cambio con todas sus posibles consecuencias. Me toca agarrar el testigo y seguir el camino.


En una ocasión una colega en ton de adivinanza me preguntó ¿cómo hace un psicólogo para cambiar un bombillo? y luego de dar algunas respuestas fallidas, me acotó, “no hace nada, simplemente espera que el bombillo quiera cambiar”. Esta metáfora ilustra la falacia de pensar que el psicólogo, el psiquiatra, el sacerdote, el sanador, el astrólogo, el docente o cualquier otro con funciones similares pueda tener el poder de cambiar a alguien que no quiera cambiar. Sencillamente no es posible.

Es necesario aceptar e involucrarme con la totalidad de lo que estoy haciendo, así como sentir que soy yo quien lo está sintiendo. Es necesario tomar la responsabilidad de mis emociones y entender que queramos o no, somos absolutamente responsables de nosotros mismos. Y esto es también entender que no somos responsables de los problemas de las otras personas, que así como entiendo y asumo mi responsabilidad, cada quien ha de hacer igual con lo suyo. Acotación que hago, dada la cantidad de personas que viven lamentándose porque "tienen" que ayudar o hacerse cargo de problemas de familiares o amigos. Por supuesto no significa que esté mal ayudar a alguien, lo que no me parece bien es hacerlo como una obligación.

Asumiendo el control responsablemente:
La invitación entonces es a que tomemos y aceptemos el control para dirigir nuestra vida. Se trata de vivir como yo quiero y no como los demás quieren, porque aunque no planificamos nuestros sentimientos y emociones sino que aparecen como reacciones ante eventos internos o externos, hemos de entender que estas son reacciones derivadas de nuestros pensamientos y creencias, de manera que aunque sea de forma automática e inconsciente también tengo cierta responsabilidad en tales emociones, y aún más somos completamente responsables de lo que hacemos como consecuencia de esos sentimientos o emociones.

Se trata de una fórmula sencilla, ante el evento, sea este externo o interno, dejamos rodar un pensamiento que desencadenará la emoción y la consecuente reacción, y ¿quién puede hacerse responsable de mi pensamiento?. No es que alguien me ofenda, es que yo me siento ofendido; no es que mi pareja me maltrata, es que yo acepto ser maltratado; no es que el jefe o en mi trabajo abusen de mi, es que yo me siento abusado o permito que abusen de mi…, y pudiera llenar hojas con ejemplos, lo que siempre estará presente es que con esta manera de vivir siempre habrá algo o alguien que tendría que cambiar para yo poder ser feliz. Bien vale la pena mantener y no ceder ese poder y estar dispuesto a decir “yo soy quien soy y de eso me hago responsable”


GERARDO J. VELÁSQUEZ D.


LA INSOPORTABLE SOLEDAD


Los seres humanos somos preparados y condicionados para vivir la vida en compañía de otros. Interactuamos en la sociedad en un mundo de relaciones compartiendo con familiares, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, de estudio o grupos de intereses comunes. No obstante, a pesar de la gran variedad de alternativas que nos brinda este mundo social de relaciones en el que vivimos, es muy frecuente encontrar a personas que se sienten aislados con un sentimiento de vacío que va acompañado de una profunda tristeza por no sentirse amadas o necesitadas por alguien.
Ese sentimiento no es otro que La Soledad, una experiencia indeseada similar a la depresión y la ansiedad, donde la persona se percibe sola, bien porque su círculo de relaciones sociales es escaso, no tiene pareja o porque vive una relación insatisfactoria o demasiado superficial. Tal sentimiento de soledad siempre va a depender de la manera como se percibe la persona ante su entorno social.
Este sentimiento puede aparecer en cualquier momento de la vida o aflorar después de una pérdida familiar, como por ejemplo el fallecimiento de la pareja, un divorcio, o la separación de los hijos una vez que éstos emprenden su vida independiente.
La persona puede sentirla a pesar de estar acompañada por ejemplo de su pareja o familiares cercanos, pero percibe que tal relación no es lo suficientemente armoniosa y en consecuencia no siente satisfacción y seguridad. O sencillamente porque no tiene pareja y considera que esa es la única opción para no estar sola.
Puede también suponer la no pertenencia a un grupo donde compartir intereses y preocupaciones, típico sentir por ejemplo de la persona que queda sin empleo porque es retirado o le llegó el momento de la jubilación.

En cualquiera de los casos nos vemos perdidos y sin referencias en las que podemos apoyarnos para afrontar la vida.

ESTAR SOLO Vs. SENTIRSE SOLO
Cuando hablamos de la soledad es importante reiterar que es una combinación de un estado real y la percepción que la persona tiene sobre el mismo. De aquí la necesidad de precisar que el sólo hecho que una persona por ejemplo viva sola, o pueda por distintas razones o voluntariamente tener períodos de aislamiento, no significa que se sienta sola, y por lo tanto no estar ante la desagradable sensación de soledad.
El estar solo bien puede ser por ejemplo una decisión provocada para encontrarse consigo mismo, para meditar o para “descontaminarse” antes de tomar una decisión importante. Situaciones éstas donde el estar solo puede ser muy útil y necesario y lejos de perturbar sirven de alivio e incluso de disfrute para la persona.
Por otro lado, el sentirse sólo va acompañado de una situación que lleva a pensar a la persona de manera consciente la necesidad de que algo le falta, que su mundo de compañía y relaciones es pobre y no quiere estar en ese estado. No es su deseo esa situación pero considera que las circunstancias la han llevado allí y siente dolor y tristeza, sin ver salidas hacia el bienestar.

EL MIEDO A LA SOLEDAD Y LA DEPENDENCIA AFECTIVA
La soledad está catalogada para muchos estudiosos de la psicología como el miedo más grande que puede sentir el ser humano, algunos, como afirma Jorge Bucay, se atreven a asegurar que el miedo a la muerte no es más que el miedo a no saber si existe algo más allá de la muerte y si nos tocará experimentar esa etapa completamente solos.
Muchas veces, dado el gran temor a encontrarnos solos suele conducir a las personas a establecer relaciones que lejos de procurar un bienestar se traducen en verdaderas agonías de vida, porque de nada vale estar acompañados y seguir sintiendo la soledad, o peor aún, vivir sufriendo con la negación de la soledad porque existe un vínculo con alguien aunque sea de una manera tormentosa.
En estos casos se da lugar a la dependencia afectiva, donde la persona se aferra a una relación sólo por la necesidad de tener una compañía, aunque eso signifique aceptar condiciones como maltratos verbales o físicos, infidelidades u otros abusos que empobrecen la propia esencia del ser que los tolera, pagando un precio muy alto por estar acompañada. En consecuencia la falsa creencia de que así se evita la soledad no es más que una ilusión ya que no sólo no se cubren tales expectativas, sino que van deteriorando cada vez más su calidad de vida.

EL SENTIDO DE PERTENENCIA
Como seres sociales que somos hemos de sentir que pertenecemos y somos aceptados por algún grupo. Desde chicos compartimos y nos sentimos parte de grupos de amigos o compañeros de estudio y son muchas las oportunidades que vamos transitando hasta llegar a adultos, así somos parte de grupos sociales de distintas categorías, con los que nos sentimos identificados porque compartimos intereses comunes, como por ejemplo amigos de farra, grupos deportivos, religiosos, técnicos, etc.
Sin embargo, sin importar la edad que se tiene, a muchos les cuesta demasiado entrar a grupo alguno, bien porque aprendieron a vivir aislados, o por razones como baja autoestima y poca auto aceptación que los lleva siempre a vivir con una sensación de rechazo, por lo que optan por encerrarse en sí mismos y evitar el contacto con otros por temor a la desilusión. Esta exclusión social puede ser una de las experiencias más duras a las que se puede enfrentar una persona. El no sentirse aceptado se traduce en una gran dificultad para establecer relaciones y por ende la conduce a un auto aislamiento que suele ser solo paliado por los familiares más cercanos, sin que ello le evite la terrible sensación de soledad.

ALGUNOS RECURSOS
Encerrarnos o paralizarnos con el miedo no va a evitar el sufrimiento de sentirnos solos, ni mucho menos el quedarnos en el juego de ser víctima del destino. Es necesario asumir responsablemente que hay que tomar acciones y asumir riesgos.

Es necesario entender que la soledad puede sentirse porque circunstancialmente han ocurrido situaciones que la han provocado, como por ejemplo una pérdida importante, en cuyo caso podemos elegir quedarnos en el lamento o elaborar nuestro duelo y seguir adelante. O también puede relacionarse con cierta incapacidad de las personas para manifestar asertivamente sus sentimientos y opiniones, siendo entonces preciso trabajar la incapacidad para desarrollar las habilidades necesarias.
En todo caso vale la pena detenerse y reflexionar algunos aspectos:
- Identificar qué tipo de soledad es la que estamos sufriendo y a qué circunstancias se debe.
- Aprender y atreverse a actuar a pesar del miedo.
- Tomar la iniciativa para conseguir nuevas relaciones.
- Precisar qué personas nos interesan y elaborar una estrategia para contactar con ellas.
- Entender que no hay nada que perder y mucho que ganar. Si me para el miedo al rechazo no tendré nuevas amistades o amores. De manera que el “riesgo” sería encontrar esa amistad o ese amor.
- Atrevernos a incursionar en nuevas actividades que den pie al conocimiento de gente nueva y a una sensación de pertenencia a algo también nuevo.
- Repasar nuestras creencias limitadoras como pueden ser “ya yo estoy viejo para eso”, “es que no hay hombres suficientes”, “¿qué voy a aprender a estas alturas?”

Siempre habrá gente queriendo conocer otra gente. Siempre habrá también grupos abiertos a recibir nuevos participantes y siempre habrá quien pueda brindar la ayuda necesaria a los que la necesiten.
No es válido conformarse con el dicho “mejor solo que mal acompañado”. Siempre será mejor ESTAR Y SENTIRSE BIEN ACOMPAÑADO, y eso siempre será posible…

Gerardo J. Velásquez D.


LA INTELIGENCIA EMOCIONAL. Tu puedes gerenciar tus emociones


Todo comportamiento de los seres humanos tiene su fundamento en tres dominios principales, a saber: el lenguaje, el cuerpo y las emociones. En consecuencia, lo que hablamos, lo que sentimos y nuestra corporalidad deben mantener una coherencia. Si estamos alegres, nuestras expresiones verbales y nuestra expresión corporal denotarán tal alegría. Si estamos tristes, por el contrario nuestras expresiones verbales y nuestra expresión corporal también van a reflejar esa tristeza.
Este artículo lo dedicaremos al dominio de las emociones. Primero tratando de entender su definición e impacto en los seres humanos y luego el planteamiento de la forma como abordarlas que nos presenta la Inteligencia Emocional:

Emoción y Estado Emocional 
El término emoción viene de la raíz inglesa Movimiento “motion” y no es más que una respuesta que damos ante un estímulo o evento determinado, bien sea éste externo, o incluso interno, como por ejemplo un recuerdo o una idea.
En este aspecto es importante destacar que las emociones sencillamente ocurren, no es voluntario el acto de generarlas. Sin embargo, puede suceder que, que a diferencia de una reacción, nos encontremos ante una predisposición para actuar, en cuyo caso decimos que estamos ante un Estado Emocional o más comúnmente un Estado de Ánimo.
De manera que las emociones tienen la característica de ser específicas y reactivas ante un determinado evento y la forma como desde nuestra experiencia procesamos tal evento. Es decir, son una respuesta ante un acontecimiento determinado, por ejemplo ante un grito podemos reaccionar con miedo, sorpresa, rabia, curiosidad. Por otra parte los Estados de Ánimo, son emociones que se instalan a partir de su permanencia a través del tiempo, no dependen de un acontecimiento específico, sino que diversos acontecimientos pasados, traumas, experiencias que han influido para que la persona esté dando esa respuesta emocional.

Cómo impactan las emociones a las personas
El impacto de las emociones en los seres humanos no es consecuencia, como muchas veces solemos leer, del carácter positivo o negativo de la emoción. Por definición no existen emociones positivas o negativas. Las emociones por sí mismas no tienen esa distinción. Es lo que hacemos o cómo somos afectados por las emociones lo que en todo caso le dará un contenido positivo o negativo. Por tanto vale destacar:
1.- la turbulencia del panorama actual origina una serie de emociones en los individuos que se ven reflejadas en la familia, en las organizaciones y en la sociedad en general.
2.- Dado el resultado positivo o negativo que se puede desencadenar, las emociones y los comportamientos que las pueden suceder imprimen en la familia, las organizaciones y la sociedad características diversas, que pueden ser favorables o adversas.
3.- La intensidad de una emoción puede también ser preponderante. Por ejemplo el miedo puede manejarse positivamente y generar respuestas inteligentes, pero si se presenta en exceso puede producir una parálisis parcial o total de las acciones del individuo. También se puede tomar el caso de la ira, un sentimiento que experimenta el individuo como resultado de frustraciones y que puede manejarse desde un punto de vista positivo para alcanzar los objetivos de desarrollo personal e incluso organizacional; sin embargo, cuando la ira deja de ser transitoria, o se reprime y se convierte en resentimiento, genera conflictos interpersonales que pueden afectar muy negativamente el entorno familiar, organizacional o social.

La importancia del autoconocimiento
¿Cómo estoy yo? es una pregunta importante, tanto si nos la hacemos a nosotros mismos como si nos la formula otra persona. ¿Cómo estoy yo? nos pide que seamos capaces de describir nuestros sentimientos con palabras, que les coloquemos unas etiquetas que reflejen su variedad.
Una vez que somos capaces de reconocer nuestros diferentes sentimientos, nuestra posibilidad de controlarlos es mucho mayor. ¿Por qué es importante hacerlo? Porque tu estado anímico influencia en gran medida lo que tu haces y más aún lo que vas a conseguir en tus relaciones, tu trabajo o cualquier entorno donde te muevas. Cuando estás triste, te mostrarás retraído. Cuando estás contento, derrocharás buen humor. Pero si no sabes cómo estás, entonces tampoco sabrás cuál es la forma más adecuada de actuar.

La Inteligencia Emocional
Como seres humanos que somos, es imposible pensar que podamos vivir sin emociones. Las sentimos, enfrentamos y experimentamos como seres individuales y las percibimos y enfrentamos en todas las personas con las que nos toca compartir, desde la familia, la organización donde trabajamos, el taxista, el mesero del restaurant, etc.
El término Inteligencia Emocional precisamente se refiere a la capacidad humana de sentir, entender, controlar y modificar estados emocionales en uno mismo, y a la vez poder entender que los otros también son seres emocionales y saber manejarse asertivamente con las emociones de los demás. Inteligencia emocional no es ahogar las emociones, sino dirigirlas y equilibrarlas.

El término de Inteligencia Emocional, que surge a difusión con el famoso libro de Daniel Goleman “La Inteligencia Emocional”, 1995, se apoyó fundamentalmente en la teoría de ‘las inteligencias múltiples’ del Dr. Howard Gardner, 1983, de la Universidad de Harvard, quien plantea que las personas tenemos 7 tipos de inteligencia que nos relacionan con el mundo. A grandes rasgos, estas inteligencias son:
Inteligencia Lingüística: Es la inteligencia relacionada con nuestra capacidad verbal, con el lenguaje y con las palabras.
Inteligencia Lógica: Tiene que ver con el desarrollo del pensamiento abstracto, con la precisión y la organización a través de pautas o secuencias.
Inteligencia Musical: Se relaciona directamente con las habilidades musicales y ritmos.
Inteligencia Visual - Espacial: La capacidad para integrar elementos, percibirlos y ordenarlos en el espacio, y poder establecer relaciones de tipo metafórico entre ellos.
Inteligencia Kinestésica: Abarca todo lo relacionado con el movimiento tanto corporal como el de los objetos, y los reflejos.
Inteligencia Interpersonal: Implica la capacidad de establecer relaciones con otras personas.
Inteligencia Intrapersonal: Se refiere al conocimiento de uno mismo y todos los procesos relacionados, como autoconfianza y automotivación.

Estas dos últimas categorías son precisamente la clave de la hoy llamada Inteligencia Emocional:
"La Inteligencia Interpersonal se construye a partir de una “capacidad para sentir y captar distinciones entre los demás: contrastes en sus estados de ánimo, temperamentos, motivaciones e intenciones. En formas más avanzadas, esta inteligencia permite a un adulto hábil leer las intenciones y deseos de los demás, aunque se hayan ocultado...”
Y a la Inteligencia Intrapersonal como "el conocimiento de los aspectos internos de sí mismo: el acceso a la propia vida emocional, a la propia gama de sentimientos, la capacidad de efectuar discriminaciones entre las emociones y finalmente ponerles un nombre y recurrir a ellas como un medio de interpretar y orientar la propia conducta...”

Las Competencias que determinan la Inteligencia Emocional
Daniel Goleman, distingue cinco habilidades prácticas, que son la clave para determinar el “nivel” de la Inteligencia Emocional, cuyas habilidades se apoyan en diversas competencias que tienen o pueden desarrollar los individuos en el camino a ser emocionalmente más inteligentes. Estas capacidades son:

Autoconciencia: Implica reconocer los propios estados de ánimo, los recursos y las intuiciones.
Las competencias emocionales que dependen de la autoconciencia son:
Conciencia emocional: Poder identificar las propias emociones y los efectos que pueden tener.
Correcta autovaloración: Conocer las propias fortalezas, así como las limitaciones.
Autoconfianza: Un fuerte sentido del propio valor y capacidad.

Autorregulación: Se refiere a manejar los propios estados de ánimo, impulsos y recursos.
Las competencias emocionales que dependen de la autorregulación son:
Autocontrol: mantener vigiladas las emociones perturbadoras y los impulsos.
Confiabilidad: mantener estándares adecuados de honestidad e integridad.
Conciencia: asumir las responsabilidades del propio desempeño laboral.
Adaptabilidad: flexibilidad en el manejo de las situaciones de cambio.
Innovación: sentirse cómodo con la nueva información, las nuevas ideas y las nuevas situaciones.

Motivación: Se refiere a las tendencias emocionales que guían o facilitan el cumplimiento de las metas establecidas.
Impulso de logro: esfuerzo por mejorar o alcanzar un estándar de excelencia laboral.
Compromiso: matricularse con las metas del grupo u organización.
Iniciativa: disponibilidad para reaccionar ante las oportunidades.
Optimismo: persistencia en la persecución de los objetivos, a pesar de los obstáculos y retrocesos que puedan presentarse.

Empatía: Implica tener conciencia de los sentimientos, necesidades y preocupaciones de los otros.
Comprensión de los otros: darse cuenta de los sentimientos y perspectivas de los compañeros de trabajo.
Desarrollar a los otros: estar al tanto de las necesidades de desarrollo del resto y reforzar sus habilidades.
Servicio de orientación: anticipar, reconocer y satisfacer las necesidades reales del cliente.
Potenciar la diversidad: cultivar las oportunidades laborales a través de distintos tipos de personas.
Conciencia política: ser capaz de leer las corrientes emocionales del grupo, así como el poder de las relaciones entre sus miembros.

Destrezas sociales: Implica ser un experto para inducir respuestas deseadas en los otros. Este objetivo depende de las siguientes capacidades emocionales:
Influencia: idear efectivas tácticas de persuasión.
Comunicación: saber escuchar abiertamente al resto y elaborar mensajes convincentes.
Manejo de conflictos: saber negociar y resolver los desacuerdos que se presenten dentro del equipo de trabajo.
Liderazgo: capacidad de inspirar y guiar a los individuos y al grupo en su conjunto.
Catalizador del cambio: iniciador o administrador de las situaciones nuevas.
Constructor de lazos: alimentar y reforzar las relaciones interpersonales dentro del grupo.
Colaboración y cooperación: trabajar con otros para alcanzar metas compartidas.
Capacidades de equipo: ser capaz de crear sinergia para la persecución de metas colectivas.

Es importante acotar para cerrar, que si bien es cierto que muchas personas tienen muy bien desarrolladas estas habilidades, todos podemos entenderlas y proponernos a desarrollarlas y/o mejorarlas.

Si podemos sacar ventaja siendo “emocionalmente” más inteligentes.

Gerardo J. Velásquez D.


EL PODER DE LAS CREENCIAS


Normalmente cuando escuchamos el término creencia, lo asociamos rápidamente al ámbito religioso y a la fe . Sin embargo éste es un concepto mucho más amplio que bien vale la pena dedicarle una profunda reflexión, ya que las creencias, independientemente del contexto o dominio en que nos movemos, sea familiar, social, espiritual, de salud, etc. representan uno de los marcos de referencia más relevantes de cómo una persona dirige su vida. Constituyen el motor fundamental que nos impulsa o la pared que nos frena. Utilizadas en forma apropiada, las creencias pueden ser el mejor incentivo para alcanzar los objetivos que nos proponemos, pero también por el contrario, su efecto puede ser increíblemente limitador y negativo. De allí la importancia de, primero conocer y hacer conscientes las creencias que dominan nuestros pensamientos, para luego elegir cuáles nos conducen al éxito y a los resultados que deseamos y en consecuencia mantenerlas, y cuáles nos frenan o nos desvían para cambiarlas o eliminarlas, en aras de potenciar positivamente el curso de nuestra vida.

La forma como pensamos y actuamos depende mucho de nuestro inconsciente. Por lo tanto, algunas de las creencias que gobiernan nuestros pensamientos y comportamientos las tenemos muy conscientes y otro grupo, mucho mayor, están ocultas en el inconsciente, que es el responsable en buena parte de los éxitos y fracasos que logramos en la vida. Nosotros tenemos distintas creencias que pueden ser muy limitadoras, negativas, dramáticas, de enfermedad, o muy positivas, de logro, de éxito y de salud.

Toda creencia tiene un origen. Por ejemplo, salido del argot refranero, reiteradamente hemos escuchado “loro viejo no aprende a hablar” y el convertirlo en una creencia, nos lleva a cohibirnos de iniciar cualquier tipo de estudios después de cierta edad. Así como otros refranes o afirmaciones, desde mi juicio muy negativos, como “los ricos están contados”, o “yo soy pobre pero honrado”, etc. que una vez arraigadas como creencias se convierten en verdaderas limitaciones para el éxito económico de las personas.

Anthony Robbins, en su muy famoso libro “Poder Sin Límites” cita cinco fuentes o maneras de cómo originamos nuestras creencias, que en forma resumida paso a explicar:
El ambiente que nos rodea. El aprendizaje obtenido en el hogar es una de las fuentes más determinantes en la construcción de las creencias. Si hemos crecido en un ambiente cargado de fracasos o desesperación, es más difícil (por supuesto no es una regla general) que podamos hacernos representaciones internas que fomenten el triunfo. Es por eso que conocemos empresarios exitosos que, por distintas razones, han quedado en bancarrota y sin embargo se levantan de nuevo y vuelven a triunfar. Pero también conocemos por ejemplo a deportistas que han hecho fortuna, o personas que han ganado la lotería y terminan quedando en la misma miseria donde una vez estuvieron.
Los acontecimientos experimentados. Acontecimientos grandes o pequeños, de mucha satisfacción o muy traumáticos, pueden ser fuentes de generación de creencias. Un accidente traumático en una determinada época del año, puede generar una creencia fatalista que impida a una persona hacer cualquier plan de viaje en esa determinada época o fecha. Un simple resultado de una evaluación académica puede ser generador de creencias de “poder” o “no poder” enfrentar satisfactoriamente una determinada carrera profesional.
El conocimiento, bien sea obtenido a través de las experiencias, la lectura, el estudio, etc. permite ver el mundo desde la perspectiva de otras personas. Así el sólo conocer sobre logros de otros, puede despertar una gran fe que impulse creencias también de logro. Siempre ha existido el primer hombre o la primera mujer que alcanzó logros que hasta ese momento parecían imposibles y el conocimiento de eso ha generado importantes creencias en otros hombres y mujeres que han sido fundamentales en el curso del desarrollo de la humanidad.
A través de nuestros resultados anteriores. Basta saber que una vez pude hacer algo para generar la creencia de poder hacerlo nuevamente. De igual manera resultados diferentes a los esperados pueden ser calificados como fracasos y llevar a las personas a formarse la creencia de que no pueden alcanzar tal o cual objetivo porque ya una vez lo intentaron y “fracasaron”.
Representándose mentalmente la experiencia futura como si ya se hubiese realizado. Así como las experiencias pasadas generan creencias, nuestra imaginación puede ser una importante generadora de creencias. No es lo mismo imaginarse que estamos celebrando y disfrutando un logro a imaginarnos las dificultades que vamos a encontrar en el camino, o peor aun un resultado contrario a nuestros intereses.

Identificarlas, ratificarlas, cuestionarlas o cambiarlas
Conocer nuestras creencias nos da pie para actuar sobre ellas, en el entendido que si es una creencia que me ha sido útil y valiosa, ratifico mi pensamiento y la hago cada vez más potenciadora. Si por el contrario, descubro que esas creencias me limitan, me será más fácil intentar cambiarlas.

No tenemos porqué resignarnos a vivir siempre con los mismos patrones de comportamiento. Las creencias limitadoras pueden estar muy arraigadas y ser resistentes pero no invencibles. Por nuestra propia cuenta podemos cuestionarlas y descubrir que son construcciones y juicios que sólo tienen un carácter de veracidad en nuestra mente. Es nuestra realidad la que nos lleva a construir creencias positivas y también a construir creencias negativas.

Lo invito a que sea usted el principal crítico de sus propias creencias. Cuando se encuentre diciendo “no puedo hacer...”, pregúntese qué se lo impide, o diciendo “yo soy así”, pregúntese qué le impide ser de otra manera. Ante afirmaciones como “es que los hombres son…., las mujeres…, el matrimonio…” y otras generalizaciones transformadas en creencias, busque personas y situaciones con características similares cuyos comportamientos o estilos de vida son muy distintos, que obtienen logros que usted cree imposibles, que mantienen relaciones sanas que su creencia manifiesta como fuera de alcance. Analice sus “debería”, sus “yo puedo o no puedo”, sus afirmaciones o juicios acerca de usted mismo y busque en su experiencia momentos que su actuar y sus resultados han sido contrarios a esas creencias. Lo importante es entender que toda creencia puede cambiarse. Anímese ¿Usted cree que puede? ¿o cree que no puede? Yo estoy seguro que puede, por sí mismo, o tal vez con cierta ayuda y eso también es válido.

A través del trabajo psicoterapéutico y con la ayuda de técnicas que nos brinda la Programación Neurolingüística (PNL) se pueden aprender y desarrollar habilidades que le hagan más fácil ese cambio. El mundo está lleno de experiencias de personas que han hecho historia rompiendo creencias. Ellos pudieron, usted también puede.

Gerardo J. Velásquez D.

EL COACHING Y LA PSICOTERAPIA ONLINE


Es una realidad que, como consecuencia del avance tecnológico, el mundo de las comunicaciones se ha venido transformando radicalmente. Por eso hoy tenemos formas de comunicarnos que apenas unos años atrás creíamos que podían existir solo en las películas de ciencia ficción.
Éste es un proceso irreversible, ya no se trata solamente de la utilización de la plataforma tecnológica para comunicarnos y estar en contacto con amistades y familiares, sino que cada vez es más frecuente su uso en múltiples actividades profesionales, que se han ido desplazando desde el trabajo, educación y negocios en sitio real, a las operaciones virtuales.

Las Redes Sociales
La forma en que nos relacionamos los seres humanos ha sufrido cambios interesantes en los últimos años, interfiriendo de forma positiva y negativa en las relaciones interpersonales. Son muchos los estudios que se han dedicado a analizar este fenómeno del uso y abuso de las nuevas tecnologías que posibilitan de manera increíble la forma instantánea de interacción entre las personas, independientemente de donde estén, se conozcan o no, con un nivel de eficacia comunicacional como si los interlocutores estuvieran en el mismo lugar.
Gracias a la tecnología y el desarrollo de estas redes sociales ha sido y es posible establecer relaciones entre personas que, en otro contexto, tal vez nunca llegarían a cruzar una sola palabra en el mundo real. Ya que plataformas como  Whatsapp, Facebook, Twite, Instagram, Skype y muchas otras, permiten esta comunicación con la utilización de los respectivos equipos como PCs, laptops, teléfonos móviles o tablets y otros equipos que siguen apareciendo día a día con una velocidad sorprendente.
Como no podemos revertir esta realidad y mucho menos frenar la velocidad con que se está experimentando este cambio, que actúa fuerte y directamente en la manera de establecer y mantener nuestras relaciones, sólo nos toca comprender sus limitaciones o desventajas y enfocarnos a trabajar en la orientación y buen uso de los medios y sus ventajas.
Esta nueva forma de comunicación puede ser muy efectiva y útil para ayudar a aquellas personas que se encuentran aislados producto de alguna minusvalía o aislamiento geográfico, también facilita la comunicación y el establecimiento de lazos entre personas con intereses y necesidades comunes, permite el mantenimiento de contacto frecuente con familiares y amigos sin que la distancia sea un impedimento y por supuesto, también representa importantes ventajas en los ámbitos profesional, académico y laboral, ya que permite la asistencia a eventos como reuniones, entrevistas, cursos y consultas sin necesidad de desplazamiento alguno, aunque el evento ocurra en otro país.
Por supuesto, siempre está el riesgo de las desvirtualización o deterioro de la calidad de las relaciones interpersonales, el riesgo de hacer relaciones insanas, caer en redes criminales, perder el roce o contacto real con seres queridos. Sin embargo, estos aspectos son mas probables que ocurran cuando no existe una adecuada orientación y sobre todo un adecuado modelaje en la base del núcleo familiar.

El impacto y adaptación del inmigrante
Suelo recordar en mi época de estudiante universitario cuando la palabra globalización parecía solo un tema de moda en los estudios gerenciales. Hoy vemos que la operación, diversificación y expansión de los negocios, está efectivamente globalizada, ya no pertenece a un país o región, se lleva y se desarrolla en cualquier lugar del mundo donde se puedan obtener o brindar  beneficios. De esta manera, los profesionales de cualquier nivel o experiencia son requeridos en lugares muy distantes a su lugar de origen, con la consecuente adaptación a nuevas culturas y en muchos casos con la obligación y necesidad de aprender y vivir con un idioma distinto.
Por otra parte, es un hecho conocido que las condiciones de los países cambian, muchas veces para bien y otras no tanto. Basta hacer una revisión de la historia reciente de Latinoamérica, la que por supuesto conozco mejor en mi carácter de Venezolano, donde casi todos los países han tenido serias crisis política, económica y social, que se han mantenido por años, en cuyos períodos, sus habitantes se han visto en la necesidad de buscar opciones de vida en otros países, como es el caso actual de Venezuela, que pasó de ser un país acostumbrado a recibir inmigrantes, a un país “exportador” de inmigrantes.
Por supuesto que el hecho de que una persona decida dejar su país de origen, bien sea por razones profesionales, o peor aun, motivada con la creencia de que encontrará en otro país una mejor calidad de vida para sí mismo y para sus hijos, lo va a llevar a convivir y enfrentarse con múltiples problemas, desajustes emocionales, sentimientos de pérdidas, frustraciones y un sin número de nuevas situaciones que ameritan una atención especial, como lo explica muy bien el Psiquiatra Harry Czechowicz en su excelente libro Inteligencia Migratoria, donde aborda la gran diferencia entre “el turista” y “el inmigrante” y resalta el desbalance emocional que este último ha de transitar.

LA PSICOTERAPIA ONLINE
La psicoterapia es una de las actividades que con mucho éxito se ha venido incorporando en este mundo virtual de las comunicaciones, dado que cuenta con muchas ventajas tanto para pacientes como para los profesionales. Como suele suceder, al principio la respuesta y por ende la actividad fue un poco tímida, sin embargo, con el tiempo el usuario le ha ido sacando provecho y se ha cambiado bastante la creencia de que esta función es sólo efectiva en un consultorio, cara a cara, o con el viejo paradigma del paciente en el diván.
Desde mi juicio, la psicoterapia online ha resultado ser una excelente alternativa para aquellas personas, que por distintas razones, han decidido o han sido forzadas a residenciarse en un país distinto a su lugar de origen. Esta opción terapéutica les ha brindado la sensación de poder expresarse y sentir que son escuchados y sobre todo entendidos en sus inquietudes, lo cual resulta más difícil cuando les toca expresarse en otra idiosincrasia o idioma.
Gracias a la tecnología, se pueden citar algunas ventajas de este modelo psicoterapéutico como:
·      La relación y el contacto terapeuta y paciente independientemente la ubicación física, distancia y horarios entre ambos.
·      No es necesario acudir al centro de psicología y el paciente recibe la asistencia desde su propia casa u oficina.
·      Evita la incomodidad que muchas personas sienten en una sala de espera para ser atendido por el psicólogo.
·      Tiene la gran ventaja que aun estando en países y latitudes distintas pueda efectuarse con un psicoterapeuta en su mismo idioma e idiosincrasia.
·      Facilita la continuidad del proceso aunque el paciente o terapeuta se muden a otra país o ciudad.
·      Esta modalidad terapéutica suele ser mas económica que la psicoterapia tradicional
·      Permite una mayor flexibilidad en la elección de los horarios para las sesiones.
·      facilita que los pacientes, aquellos que se van a otros lugares, puedan seguir teniendo contacto con su psicoterapeuta.


El cambio, siempre va a existir. El avance tecnológico en las comunicaciones no lo detiene nadie. De manera que nos toca aprender a vivir con estos avances, estar muy alertas con los riesgos y sacar el mayor provecho.

Gerardo Velásquez