CAOS, INCERTIDUMBRE Y ANSIEDAD


Sentirse nervioso o ansioso ocasionalmente puede ser parte de la cotidianidad de la vida que nos toca vivir, pero cuando este nerviosismo o ansiedad es recurrente y tiende a interferir en nuestra vida, en el trabajo, en nuestras relaciones familiares y sociales y por ende en nuestro disfrute, es probable que estemos en presencia de un problema de salud denominado trastorno de ansiedad.
Estos trastornos pueden presentarse en forma crónica, denominándose trastornos de Ansiedad Generalizada, donde la persona afectada constantemente manifiesta preocupación por todo, incluso esperando siempre lo peor a pesar que no existan peligros reales presentes. Se siente ansiosa y tensa y generalmente tiende a manifestar síntomas físicos como irritabilidad, dolores de cabeza o musculares, problemas con el sueño, problemas gastrointestinales y dificultades de atención y concentración.
Para el año 2010, las estimaciones de la Organización Mundial de la Salud, determinaban que uno de cada 20 personas tendrían depresión en algún momento de su vida y uno de cada 10, ansiedad. Estas estadísticas, no solo, están muy por encima de otras enfermedades que aquejan al ser humano, sino que además se han venido ratificando, dado el incremento de las situaciones de estrés a que cada vez está más expuesto el ser humano

EL ROL DE LA INCERTIDUMBRE

A pesar que la incertidumbre es el rasgo más distintivo del entorno en el que nos toca movernos, no pareciera que estamos preparados para vivir en ella. Por el contrario, hemos sido educados para movernos en el mayor margen de certeza posible. En una sociedad tan cambiante, en unas ciudades tan congestionadas, en un día a día de dimes y diretes entre políticos, de amenazas, de atracos, secuestros, etc. Pareciera lógico pensar que lo normal es vivir cargados de angustia y desesperación. Sin embargo, hay un elemento dentro de este caos de vida que suele ser más generador de crisis de ansiedad, como es precisamente la incertidumbre. Esa agonía que suele aparecer con facilidad, cuando no sabemos de un ser querido, cuando esperamos una intervención quirúrgica, cuando vemos amenazada la estabilidad laboral u otras, aun peores, que suelen englobar muchas preocupaciones a la vez, como suelen ser por ejemplo, unos resultados electorales, donde existen expectativas que van desde la posibilidad de perder un empleo hasta la de perder una propiedad o una empresa. Y es que la incertidumbre, ya sea económica, política o social, está asociada a lo desconocido y esto nos provoca inseguridad, estrés, ansiedad y miedo. En consecuencia, se convierte en una generadora de situaciones muy angustiantes que pueden llevar a la persona a desarrollar crisis severas de Ansiedad.

EL EXTREMO DE LA ANSIEDAD, LOS ATAQUES DE PÁNICO

La ansiedad se puede manifestar en forma intermitente pero incluso con intensidades que afectan aun más el estado emocional de la persona que la padece, como es el caso de los llamados Ataques de Pánico. En esta variedad del trastorno la persona experimenta crisis intermitentes y sin previo aviso, con sentimientos de súbito e intenso terror, que duran lapsos aproximados de 10 minutos, pero dejan a la persona emocionalmente exhausta y atemorizada. Estas crisis a menudo involucran: palpitaciones fuertes, hiperventilación pulmonar, dolores de pecho, parálisis, sensación de asfixia, sensación de hormigueo en algunas partes del cuerpo. Dada la intensidad y frecuencia de los síntomas, la persona llega a creer que se va a morir, luego siente mucho temor a salir de casa por la incertidumbre de que le llegue la crisis y que ésta lo agarre solo o en algún sitio donde considere que no va a recibir asistencia

AMENAZAS IRREALES O EL MIEDO A LO QUE PUEDE VENIR

En condiciones relativamente normales, los síntomas del trastorno de ansiedad en la persona que los presenta, se manifiestan con un inmenso temor, con sensaciones que son exageradamente intensas y desagradables, aunque, como se citó antes, no haya un peligro real. Por otro lado, los mismos síntomas suelen aparecer y acrecentarse, ante la incertidumbre y el miedo exagerado y catastrófico de lo que la persona cree que puede suceder. Miedo que resulta ser paralizante y muy frustrante por la cantidad de limitaciones que poco a poco van truncando un normal desenvolvimiento social, familiar y laboral en la persona que padece este trastorno.
En cualquier caso es importante destacar que estos miedos suelen ser extremadamente exagerados, catastróficos y paradójicamente, poco probable que ocurra aquello a lo que tanto se teme.

LOS PENSAMIENTOS

Por supuesto la emoción predominante en los trastornos de ansiedad entonces es el MIEDO. Y como lo he manifestado en otros artículos relacionados a las emociones, toda emoción es el resultado de lo que la persona piensa ante una situación determinada y NO la situación en sí misma. No es el perro lo que me asusta, sino pensar que el perro me va a morder. No es que mi pareja no contestó el teléfono y por eso me molesté, es el pensar que no me quiere contestar, o que no le importa que yo la llame, lo que me va a generar la rabia. Pués de la misma manera funciona el miedo en las crisis de ansiedad. Son los pensamientos de lo que la persona cree que puede ocurrir lo que alimenta sus temores. De ahí que el extremo, por ejemplo de una crisis de pánico, es el creer y pensar que le puede venir un infarto o un paro cerebral o respitratorio y en consecuencia morir. Por eso una vez que pasa, la persona suele acudir al médico, hacerse todo tipo de exámenes para entrar aún en una desesperación mayor, cuando éstos no arrojan problema orgánico alguno, a pesar de la veracidad de su cuadro sintomático.
En este sentido, Las crisis o episodios de Ansiedad, generalmente se presentan en la misma línea en que aparecen las emociones, en este caso la angustia o temor ante:
· Determinadas situaciones u objetos. Ejms. Mucha gente junta, la estación del metro, una noticia negativa, estar de noche fuera de casa, la ausencia del hijo, la expectativa de un cambio de gobierno, etc. y
· Los pensamientos que provocan dicha angustia o temor. Ejms. “Aquí va a faltar el aire y me voy a asfixiar”, “me van a atracar”, “yo creo que me voy a volver loco”, “creo que nunca voy a sanar”, “voy a perder mi trabajo”, etc.

De manera que la ansiedad siempre va emparentada con la incertidumbre, y se alimenta por dos vías:
1.- La respuesta fisiológica: Los mismos síntomas generan más ansiedad debido a que la persona no entiende bien lo que le está pasando. Esta incertidumbre genera aún más repuesta de ansiedad, mantiene y aumenta los síntomas.
2.- Los pensamientos negativos de anticipación: Los pensamientos que alimentan la sensación de incertidumbre hacia lo que vendrá, potencian el miedo y la espiral ascendente de los síntomas. "¿Me sentiré bien cuando llegue?", "¿Podré hacerlo o no?", "¿Y si pasa algo grave?".
LA ACCIÓN VERSUS LA INMOVILIZACIÓN
El peor remedio para la ansiedad es definitivamente la evitación porque tiene un efecto reforzador, dado que cuando la persona evita se siente mejor y esto lo que hace es ir cada vez limitando su vida normal. Entonces, el peligro real de la ansiedad y mucho más, cuando alcanza los niveles de ataques de pánico, es precisamente que la persona por el gran temor a las crisis empieza por salir acompañada, luego empieza a evitar lugares muy concurridos, deja de manejar y poco a poco, son más las limitaciones que se va autoimponiendo, con el peligro de entrar en una severa crisis depresiva por el sentimiento de desesperanza e inutilidad que puede ir cobrando su vida.

Siempre será importante aceptar que se tiene un problema y lo más recomendable es buscar ayuda profesional. El solo hecho de entender el problema ya es un gran paso, porque de lo primero que ha de convencerse es que aunque pueda sentir síntomas tan desagradables, es falso que se va a morir de eso.
Es necesario poder establecer la diferencia entre los pensamientos racionales y las distorsiones en los mismos. Que existen situaciones que si podemos controlar y por lo tanto modificar y otras en donde no podemos hacer absolutamente nada para cambiar la situación y lo que tenemos que hacer, es cambiar nuestra actitud y manera de pensar y sentir, respecto a dicha situación.

Por otro lado, ante la incertidumbre, siempre considero importante pensar y preparar vias de acción ante lo peor que pudiera suceder y que tanto tememos. Lo que suele suceder es que en ese análisis vamos a encontrar que eso que consideramos “lo peor” tampoco es tan grave como para no tener salidas y que además y paradójicamente suele ser poco probable. De esta manera podemos calcular posibilidades, crear "escenarios" de lo que pueda sobrevenir preparándose mentalmente para cada uno. Preguntarnos ¿Qué haría si se da este o tal escenario? Así al menos tendremos ideas de cómo vamos a actuar en cada caso y se nos disminuirá la incertidumbre, el miedo y por ende la ansiedad. La incertidumbre nunca desaparecerá mientras siga creciendo. La única manera de vencer al miedo es enfrentarlo, no evitarlo. Por ende, el objetivo no es dejar de sentir miedo, sino evitar que éste nos inmovilice.
Gerardo Velásquez

LOS TRASTORNOS DE PERSONALIDAD Y LAS NORMAS SOCIALES


Dadas las características particulares de los seres humanos, sería difícil siquiera suponer que una sociedad pueda conducirse sanamente sin parámetros preestablecidos que orienten y hasta obliguen a sus ciudadanos en la manera de convivir los unos con los otros. Sin embargo, y a pesar que estos parámetros siempre existen, bien sea bajos normas legales bien definidas, o por usos y costumbres pautados en cada sociedad, es muy común que sean permanentemente violados o ignorados por una gran cantidad de personas a quienes les cuesta dirigir su comportamiento de manera sana respecto a su interacción con las demás personas.
En este sentido, existen las llamadas “Normas Sociales” que las podemos entender como un conjunto de patrones de comportamiento que se reconocen como “normales” o “sanos” en una determinada sociedad, donde su incumplimiento puede o no implicar una sanción institucionalizada, aunque sí algún tipo de recriminación o reproche social.

MÁS ALLÁ DE LAS LEYES, LA CONVIVENCIA
La violación a las normas sociales, desde mi juicio, en mayor o menor grado, es común a las distintas sociedades, independientemente del nivel de desarrollo de dicha sociedad. Obviamente, suele suceder que en aquellos países donde son estrictos con las sanciones por el incumplimiento de las leyes, las violaciones se presentan en una menor proporción que en otros países, donde, a pesar de existir las leyes, éstas son violadas constantemente sin mayores consecuencias para los infractores. Por supuesto, este es un problema bastante serio, dado que para muy poco sirven las leyes si éstas no se hacen cumplir. Pero no es mi intención abordar este tema, que muy bien pudiera ser analizado desde un enfoque político, social y cultural.
Sin embargo, más allá de las normas legales, hay otros interesantes elementos que podemos encontrar si analizamos el problema enfocado hacia las Normas de Convivencia desde una perspectiva psicosocial, ya que hay situaciones problemáticas que aunque se presentan en cualquier sociedad o estrato social, no son claramente identificadas y peor aún corregidas por la misma naturaleza de tales situaciones. Específicamente, me quiero referir a dos de los llamados trastornos de personalidad que comúnmente se pueden encontrar en cualquier grupo familiar o social. A estos dos trastornos se les conoce de acuerdo al Manual Diagnóstico y Estadístico de Los Trastornos Mentales DSM4 como el Trastorno de Conducta Antisocial y el Trastorno Límite de la Personalidad, que como en otros trastornos de personalidad las características resaltantes están alrededor de su manera de interpretarse y relacionarse con sí mismos y con los otros y una inadecuada manera de manejar su afectividad y el control de sus impulsos.

EL TRASTORNO ANTISOCIAL DE LA PERSONALIDAD
Anteriormente conocido como Sociopatías y Sicopatías en el extremo del trastorno, es un tipo de trastorno donde la persona muestra un comportamiento caracterizado por una falta de consideración y violación de los derechos de los demás, en muchos casos con una dificultad para adaptarse a las normas sociales en lo que respecta al comportamiento legal, y con mucha frecuencia con presencia de deshonestidad, mentiras, impulsividad o incapacidad para planificar el futuro, despreocupación imprudente por su seguridad o la de los demás y una irresponsabilidad persistente, indicada por la incapacidad de mantener un trabajo con constancia o de hacerse cargo de obligaciones económicas. En el extremo de este trastorno, puede estar la falta de remordimiento, en casos de daños, maltratos o robos a otras personas.
Por supuesto en mayor o menor severidad las personas con este trastorno suelen tener muchos problemas en su vida afectiva emocional por su permanente violación a los derechos de los demás. En un extremo y según las características individuales y su historia afectiva y social, unos suelen caer fácilmente en la delincuencia, mientras que otros se mantienen sencillamente engañando y abusando de otros allegados, generalmente familiares cercanos y amigos, a quienes mienten, estafan, meten en problemas, etc.
De acuerdo a las estadísticas del DSM4, antes citado, se estima que en la población general cerca de un 3% de varones y un 1% de mujeres presenta este tipo de trastorno. Este porcentaje suele variar cuando se hacen diferencias poblacionales.

EL TRASTORNO LÍMITE DE LA PERSONALIDAD
Este es otro trastorno de la personalidad, que aunque en una menor incidencia que el Trastorno Antisocial, también puede ser una importante causa a violaciones de las normas y buenas costumbres en una sociedad específica, ya que aunque lo que suele resaltar en estas personas es su marcada incapacidad para establecer y mantener sanas relaciones, existe una dificultad para el autocontrol de sí mismos que en muchas ocasiones los lleva a los excesos, poniendo en riesgo tanto su vida como la de personas cercanas. Algunas de las características tomadas del Manual DSM4, que se pueden encontrar en este trastorno, que inciden en una inadecuada respuesta social, son: esfuerzos frenéticos para evitar un abandono real o imaginado, un patrón de relaciones interpersonales inestables, una impulsividad en al menos dos áreas, potencialmente dañina para sí mismo (gastos, sexo, abuso de sustancias, conducción temeraria, atracones de comida) y episodios de ira inapropiada e intensa con dificultades para controlarla. De acuerdo, igualmente al Manual DSM4, Se estima que la prevalencia del trastorno límite de la personalidad es de alrededor del 2 % de la población general, con un 75% de prevalencia en la población femenina.

LAS DIFICULTADES EN EL ABORDAJE DE ESTOS PROBLEMAS
A diferencia de cualquier otro trastorno de carácter emocional o mental, el problema central que se presenta cuando estamos ante cualquier trastorno de personalidad, por supuesto incluyendo a estos dos que he tratado de explicar de una manera sencilla (sin dejar de reconocer que hay mucho más que aclarar y explicar sobre el tema), está en el hecho que la persona que presenta el trastorno no acepta conscientemente que tiene un problema, de manera que es casi imposible el abordaje terapéutico exitoso de estas personas. Lo que suele suceder es que, en el mejor de los casos acuden a un terapeuta por otras razones, como una crisis depresiva o ansiosa, una fobia, un duelo, etc. o asisten por una presión impuesta por familiares que son, los que suelen padecer con mayor cercanía las consecuencias de los comportamientos de estas personas. De manera que ante esa poca conciencia del problema real que está presentando, será bastante difícil que la persona se deje ayudar hacia una mejora para ella y por ende para su entorno.

Considero importante y necesario un proceso de psicoeducación que pueda ayudar tanto a la persona objeto del trastorno, como a los familiares, primero, a entender el problema, sin que ello signifique una justificación para sus actos violatorios a sí mismo y a los demás, y en segundo lugar, a generar una disposición a dejarse ayudar entendiendo que existen alternativas terapéuticas que pueden ser muy efectivas, pero ninguna posible sin la conciencia del problema y la responsabilidad del sujeto en trabajar en su proceso de cambio.

Gerardo Velásquez

LAS EMOCIONES Y LA SALUD

Hoy en día sería absurdo no reconocer que el ser humano es un ser holístico y que por ende, todo aquello que abarque nuestra mente y nuestras emociones va a influir de manera positiva o negativa en nuestro cuerpo y salud física y viceversa. Basta imaginarnos una buena comida para que empecemos a salivar, o darnos cuenta como sentimos un “nudo” en el estómago al pensar en algo que tememos enfrentar. De manera que el pensamiento dispara un determinado estado emocional y como consecuencia una sensación corporal. Entendiendo entonces que mente y cuerpo son un solo Sistema, entonces es fácil aceptar que nuestras emociones van a influir directamente en nuestro estado de salud, bien potenciando la salud o propiciando la enfermedad.

EL SER HUMANO COMO UN SOLO SISTEMA
Esta realidad es más fácil de comprender cuando analizamos cómo está conformado nuestro organismo para hacerse cargo de nuestra salud. Todos los seres humanos estamos dotados de dos importantes Sistemas, el Sistema Inmunológico y el Sistema Endocrino, a quienes se consideran como los dos Sistemas preservadores de la vida. Sin embargo, estos dos Sistemas actúan íntimamente conectados con el Sistema Nervioso Central, de manera que lo que suceda en cualquiera de estos tres Sistemas, irremediablemente repercutirá en los otros dos. En consecuencia, si sabemos que las emociones son por esencia la manifestación del Sistema Nervioso de todo individuo, entonces resulta evidente que todo problema de salud que pueda estar pasando una persona, tiene una cuota emocional importante que hay que atender o, más que una cuota, puede incluso ser la causa fundamental que ha disparado la situación de enfermedad que se está padeciendo.

LA INTERACCIÓN DE LOS SISTEMAS
Para entender el proceso es importante conocer un poco acerca de los Sistemas Inmunológico y Endocrino y su interacción con el Sistema Nervioso Central. El Sistema Endocrino lo forman un conjunto de órganos y tejidos del organismo que liberan un tipo de sustancias llamado hormonas que regulan el crecimiento, el desarrollo y las funciones de muchos tejidos, y coordinan los procesos metabólicos del organismo. Por su parte el Sistema Inmunológico está compuesto por células y proteínas que se encargan de defender nuestro cuerpo contra agentes invasores extraños como bacterias, hongos, parásitos, virus y células malignas.
Ahora, la respuesta de estos dos Sistemas está guiada por el Sistema Nervioso Central, más específicamente a través del Hipotálamo, que es una estructura del cerebro que cumple una importantísima función en la regulación homeostática del organismo, en el comportamiento sexual y muy específicamente en las emociones, ya que recibe instrucciones directamente del Sistema Límbico del cerebro, que es la zona donde se procesan las emociones.
De esta manera, el Hipotálamo envía los mensajes a la Hipófisis que es la glándula del Sistema Endocrino que dirige los influjos hormonales en el organismo, y al mismo tiempo, el Hipotálamo también envía mensajes directivos al Sistema Inmunológico para el proceso de la respuesta inmunológica.

LOS APORTES DE LA PSICONEUROINMUNOLOGÍA Y LA PNL
Dada esta comprobada interacción, con énfasis en el impacto del manejo de las emociones en la salud o la enfermedad, en los últimos años la Psiconeuroinmunolgía y la Programación Neurolingüística (PNL) han venido realizando importantes intervenciones con excelentes resultados, trabajando directamente sobre el estado emocional de las personas, cuya combinación con el tratamiento médico respectivo ha demostrado ser altamente efectivo en la respuesta de recuperación de la salud.

La Psiconeuroinmunología se ha avocado al trabajo combinado de restituir la salud emocional a las personas a través del apoyo psicoterapéutico y la llamada Visualización Curativa, que ha logrado, a través de la imaginación guiada, estimular el aumento de los diferentes tipos de células y defensas a objeto de detener y disminuir el crecimiento de células tumorales, y en consecuencia mejorar notablemente la respuesta inmune. Uno de los más destacados en esta rama es el Dr. Carl Simonton, autor del libro “Sanar es un Viaje”, quien dirige el Simonton Cancer Center en Estados Unidos.

Por su parte la PNL, se ha destacado en el trabajo sobre el cambio de creencias, las cuales son preponderantes para una respuesta estresante o no estresante ante los distintos eventos y acontecimientos a los que estamos sometidos los seres humanos. Las experiencias de Robert Dilts, autor de “Identificación y Cambio de Creencias. Un Camino Hacia la Salud y el Bienestar” entre otros de sus libros, han sido de las más conocidas y difundidas, siendo hoy de gran uso en el trabajo psicoterapéutico.

EL ESTRÉS Y EL SISTEMA INMUNOLÓGICO
Frente a un evento que es percibido y vivido como estresante por el individuo se produce liberación de cortisol, adrenalina y noradrenalina, sustancias que han demostrado ser supresoras de la respuesta inmune. De allí que una situación estresante que se convierta en crónica, sin posibilidad de control real o imaginario de parte del sujeto, puede resultar nefasta y convertirse en un permanente inmunosupresor. Por el contrario, si el sujeto es capaz de percibir, sea real o imaginariamente que puede asumir satisfactoriamente el control de la situación, el evento estresante reduce el efecto inmunosupresor.
Aquí es importante resaltar que es la subjetividad la que determina que un evento resulte o no estresante. Por eso el apoyo psicológico es fundamental para generar un cambio que ayude a la persona a cambiar su percepción ante los acontecimientos que se le puedan presentar como estresantes.

Basado en este supuesto y luego de largos estudios y aplicaciones terapéuticas, el Doctor Carl Simonton, uno de los más destacados, o a mi manera de ver el principal precursor de la Psiconeuroinmunología, propone que ante una situación traumática o un permanente estrés psicológico, que por lo general suele generar otros problemas emocionales como una depresión, ansiedad o desesperación, el Sistema límbico del individuo genera una doble señal o mensaje. Por una parte va un mensaje al hipotálamo que es transmitido al Sistema Inmunológico generando una supresión de la respuesta inmunológica. La otra señal va a la glándula Hipófisis quien controla al Sistema Endocrino creando un desbalance hormonal y en consecuencia el desarrollo de células anormales. Estas alteraciones de los dos grandes Sistemas encargados de mantener nuestro cuerpo sano, por supuesto se va a traducir en la generación de la enfermedad.

Entonces, este mismo modelo plantea, que independientemente del tratamiento médico que se aplique al paciente, éste debe combinarse con una adecuada intervención psicoterapéutica que ayude al reencuadre emocional de la persona, lo que también ayudará al reestablecimiento de los Sistemas Inmunológico y Endocrino y por ende a una recuperación más rápida y efectiva de la salud.

DEL MIEDO A LA ENFERMEDAD
Dado esta interrelación entre los Sistemas, es fácil deducir que el diagnóstico por sí mismo de la enfermedad puede resultar en un impacto emocional muy fuerte, que lejos de ayudar puede ser uno de los principales enemigos del proceso de curación. Y no se trata de que nos oculten un diagnóstico, sino de entender que la enfermedad en sí lo que quiere decir es que estamos ante un proceso de desequilibrio de la salud y que la manera como encaremos dicho proceso, será decisivo en nuestra recuperación de la salud y por ende del equilibrio.
Las experiencias nos revelan que toda enfermedad, incluyendo el cáncer, puede curarse, el aspecto está en asumir con responsabilidad y optimismo que el proceso de la enfermedad y sus síntomas son un aviso de algo que intenta decirnos nuestro cuerpo y al que tenemos que prestar atención y actuar.
La enfermedad no es fortuita, es más bien un proceso que tiene pleno sentido dentro de la vida de un individuo. Ante ella vale la reflexión de porqué ha aparecido en un momento determinado de nuestra vida. Si logramos comprender su mensaje, estaremos en una mejor condición y disposición para trabajar en la recuperación de la salud. La ciencia médica hará su mejor esfuerzo, pero el médico no puede ser lo suficientemente efectivo sino en la medida en que el enfermo asume su cuota de responsabilidad de su enfermedad y se avoca a la resolución de sus conflictos.

Si mente y cuerpo se influyen constantemente entre sí hacia la salud y hacia la enfermedad, usted puede en consecuencia influir en su salud física, ya que tiene la capacidad para evitar pensamientos que perjudican su salud y cultivar los que la potencian.

Gerardo Velasquez