LA DIGNIDAD, UN BALANCE ENTRE DEBERES Y DERECHOS


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Cuando hablamos de deberes y derechos de las personas, por lo general el tema siempre se refiere a aquello que está normado en las distintas constituciones de los países o tratados intergubernamentales, donde los Derechos se refieren a beneficios que debe tener un ciudadano y que por lo general el Estado ha de proporcionarlo, mientras que los Deberes son obligaciones que igual el estado le impone al ciudadano y éste debe cumplirlas.
Sin embargo, no es mi intención dirigir mi reflexión a lo que está escrito como norma legal o si se respeta o no se respeta. Lo que si me interesa es dejar mi apreciación sobre aquellos “deberes” y derechos que tenemos los seres humanos y que responden más a la dignidad propia de la persona que a una imposición legal, y también analizar, cómo el ser humano se gerencia a sí mismo entre estos dos conceptos.
Y cuando me refiero a la dignidad me refiero a la capacidad que tiene el ser humano de ser autónomo, como lo cita Pico Della Mirandola en su Discurso Sobre La Dignidad del Hombre, “autonomía que expresa en su capacidad de autodefinirse y autoconstruirse, al realizar cotidianamente procesos de elección en la conducción de su vida”.

LA CAPACIDAD DE ELEGIR QUE ME DA EL SER AUTÓNOMO
Hablar de deberes y derechos es entonces tener claro, que los mismos van a estar en sintonía con esto que estamos llamando la dignidad humana. Por ende, desde esta perspectiva un Derecho es algo que merezco como ser humano y que algunos estamos dispuestos a hacer valer y otros, no solamente no lo hacemos sino que incluso hasta lo ignoramos. Por otra parte, un Deber es una obligación autoimpuesta o aceptada, que vamos a seguir o no seguir en función del beneficio o consecuencia que esta obligación represente. En todo caso siempre será nuestra elección la que va a determinar si defiendo o no mis derechos y cuales deberes voy a seguir y cumplir.

EL PAPEL DE LAS CREENCIAS
Este es un tema un tanto controversial porque el aprendizaje que hemos recibido y por ende LAS CREENCIAS que hemos ido instalando a través de nuestra vida, van a incidir en la forma como vamos a danzar, por una parte con aquello que consideramos o no derechos legítimos y si los hacemos respetar o no, y por otra parte, en cómo y de qué nos vamos a hacer responsables. Y me refiero al tema como algo muy controversial, porque muchas personas pasan la vida creyendo que lo que hacen es lo que “se debe y tiene que hacer” sin siquiera la posibilidad de hacer un cuestionamiento, mientras que como consecuencia de esos “deberías y obligaciones” van dejando de lado sus propios derechos.

Como ser humano puedo citar entre mis derechos: La libertad para decidir qué hacer con mi vida, estudiar, en qué trabajar, vivir en pareja, construir una familia, decir NO ante requerimientos, expresar mi opinión, sentir y expresar dolor, a NO asumir la responsabilidad de los demás.
Para muchos estos derechos parecen obvios y muy positivos, sin embargo nos toca precisar si efectivamente los estamos haciendo valer.
Entendiendo esto, entonces es importante revisar cómo estamos interpretando y en consecuencia actuando en lo que denominamos nuestros deberes.  Nuestros deberes como hijos, como hermanos, como padres, como miembros de una sociedad, una organización o una comunidad. Porque precisamente es aquí donde vamos a ver el efecto positivo o negativo de nuestras creencias. Porque desde este enfoque todos los “deberías” no son más que creencias, que como tales pueden ser cuestionadas y modificadas si su efecto es negativo o limitador. Sobre todo, si estas creencias están actuando en contra de mi dignidad como ser humano y por ende coartando mis derechos legítimos.

LA TRAMPA DE LOS DEBERÍAS
Veamos algunos ejemplos de las creencias, a mi parecer muy negativas y limitadoras, que van disfrazadas en los deberes:
“Deberías mantener para ti tus diferencias de opiniones, especialmente respecto a una posición de autoridad”. NO. La realidad es que tienes el derecho de poder expresar tus opiniones y convicciones, aunque no coincidan con las de alguien más.
“Deberías dar el apoyo cuando te es solicitado”, “tu puedes, por ende debes hacerlo”.  NO. Tienes el derecho es decir No, cuando tu lo decidas, independientemente de quien hace la petición. Siempre es una elección, sobre todo cuando te encuentras diciendo SI pero no quieres dar el apoyo.
“Debes ayudar a tu hermano, a tu amigo, a tu hijo, a tus padres…”  y aquí, por muy duro que suene también digo NO. Yo tengo el derecho de decidir si lo hago y cómo lo hago. Si lo hago porque quiero y puedo, porque me complace hacerlo, está bien, caso contrario, si lo hago sintiendo que es un deber o una obligación me cargo de rabia y resentimientos que iré acumulando con consecuencias negativas sólo para mi.

Son muchos los casos en que una madre viuda o divorciada no es capaz de rehacer su vida sentimental porque el hijo se opone y no lo acepta. Igual es muy común encontrar que el hijo se quede siempre al lado de su madre porque la madre le hace difícil el establecimiento de una relación sentimental. En ambos casos el común denominador es la manipulación, que logra el sentimiento de culpa en el manipulado y aleja la posibilidad de que éste ejerza su derecho de establecerse en una relación de pareja y crear si así lo decide, su propia familia.

Qué creencias encontramos detrás de estos casos? Por ejemplo, “Los hijos son la prioridad, lo demás no importa” o “la madre es la prioridad…” cuando en la realidad los hijos en su momento van a ejercer su derecho y se van a ir y la madre que hoy tiene miedo a quedarse sola y te manipula, también en su momento decidió abandonar su casa y ejercer su derecho de vivir en pareja y hacer su propia familia.
Y es que no se trata de que querer y apoyar a los padres o a los hijos sea negativo, lo que yo insisto es en revisar la creencia que en un momento determinado se ha transformado en una imposibilidad para el ejercicio de mis derechos. Una creencia sana en estos casos podría ser “mi madre (mi hijo) es muy importante y siempre le daré el apoyo que esté a mi alcance, sin limitar mis derechos”

En lo particular me quedo con esta creencia. “Yo tengo mis derechos y los haré valer sin hacerle daño a nadie”. Y mi único deber es “aceptar que lo bueno, lo regular y lo malo que a mi me suceda Yo y solo Yo, soy el responsable”. Por supuesto esta manera de pensar sigue siendo una creencia y se vale estar en desacuerdo.

Siempre podemos hacer cambios en nuestra vida. Siempre podemos actuar y hacer que sucedan esos cambios. H.Q.S.

Gerardo Velásquez